Page 230 - La Odisea alt.
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Los  pretendientes  lanzaron  aullidos  en  la  sala,  al  ver  derrumbarse  al
               hombre,  y  de  sus  asientos  se  alzaron  y  echaron  a  correr  por  la  estancia,
               escudriñando por todos lados los muy sólidos muros. No había en ningún sitio
               escudo  ni  fiera  lanza  a  su  alcance,  y  empezaron  a  insultar  a  Odiseo  con
               furiosas palabras:

                   «Extranjero,  perversamente  lanzas  tus  flechas  contra  los  presentes.  No
               participarás más en otros juegos. Ahora ya tienes segura la inmediata muerte.

               Porque  acabas  de  asesinar  a  un  hombre  que  era  el  mejor  de  los  jóvenes  de
               Ítaca. Con tal motivo te devorarán aquí los buitres».

                   Decían así unos y otros, porque pensaban que había matado al joven sin
               quererlo.  Los  necios  no  se  habían  apercibido  aún  de  cómo  los  lazos  de  la
               muerte los tenían apresados a todos ellos. Lanzándoles una torva mirada les
               respondió el muy astuto Odiseo:


                   «¡Ah, perros, pensabais que no iba yo a regresar a mi casa desde el país de
               los troyanos, así que saqueabais mi morada y os acostabais sin miramientos
               con mis siervas en mi palacio, y pretendíais a mi mujer estando yo vivo, sin
               temor de los dioses que dominan el amplio cielo ni de la posible venganza
               futura  de  los  hombres!  Ahora  os  tienen  apresados  a  todos  los  lazos  de  la
               muerte».


                   Así habló y a todos ellos les estremeció el pálido espanto. Escudriñó cada
               uno por dónde podría escapar a la brusca muerte. Eurímaco fue el primero en
               responder y dijo:

                   «Si de verdad eres Odiseo de Ítaca que has vuelto, has dicho cosas justas,
               sobre que han cometido los aqueos muchas acciones sin freno en tu palacio y
               muchas en tus tierras. Pero ya está muerto éste, que fue el instigador de todo,
               Antínoo. Ése, en efecto, incitaba a tales desmanes, no porque estuviera en la

               indigencia ni porque anhelara la boda, sino con otras intenciones, que no le ha
               cumplido  el  Crónida:  para  hacerse  rey  sobre  el  pueblo  de  la  bien  fundada
               Ítaca, además de dar muerte a tu hijo tendiéndole una emboscada. Pero ahora
               está muerto, con justo castigo. Tú perdona a tus gentes. Enseguida nosotros
               haremos una colecta en la región, por todo cuanto se ha comido y bebido en
               tus salas, y, aportando cada uno un lote de veinte bueyes y oro y bronce, te
               compensaremos  hasta  que  tu  corazón  se  contente.  Por  lo  pasado  no  es

               reprensible que se muestre enfurecido».

                   Mirándole torvamente le contestó el muy astuto Odiseo:

                   «Eurímaco,  ni  aunque  me  dierais  todos  vuestra  herencia  y  cuanto  ahora
               tenéis y si le añadierais más de otros lados, ni aun así privaría a mis manos de
               esta matanza, hasta haber castigado del todo a todos los pretendientes por sus
               ultrajes.  Ahora  se  os  ofrece  sin  más  pelear  o  escapar,  a  todo  el  que  quiera
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