Page 234 - La Odisea alt.
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consigo  las  armas,  cerraron  la  brillante  puerta,  y  se  fueron  junto  al  audaz
               Odiseo de arteras astucias. Allí se enfrentaban respirando coraje, los cuatro en
               el  umbral  y  los  del  interior  de  la  sala,  muchos  y  nobles.  Al  lado  de  los
               primeros acudió Atenea, hija de Zeus, que se apareció semejante a Méntor en
               su aspecto y su voz. Odiseo se regocijó al verla y le dijo estas palabras:

                   «Méntor,  defiéndenos  del  tremendo  acoso;  acuérdate  de  tu  querido
               camarada, que te hizo favores. Tú eres de mi misma edad».


                   Así habló, aunque sospechaba que se trataba de la salvadora Atenea. Los
               pretendientes, enfrente, atronaban de gritos la sala. Y se adelantó a reprenderlo
               Agelao, el hijo de Damástor:

                   «Méntor, que no te persuada con sus palabras Odiseo para pelear contra los
               pretendientes y defenderlo a él. Pues te advierto que nuestro plan se cumplirá
               de esta manera: cuando matemos a éstos, al padre y al hijo, tú serás aniquilado

               con ellos, por lo que intentas hacer en estas salas. Tú pagarás con tu cabeza. Y
               después de que os hayamos arrebatado vuestras vidas con el bronce, todos los
               bienes que tengas, los de tu casa y tus campos, los uniremos a los de Odiseo, y
               tampoco permitiremos que vivan en tu casa ni tus hijos ni tus hijas ni que tu
               honorable esposa vaya y venga por la ciudad de Ítaca».

                   Así dijo. Atenea se enfureció aún más en su corazón, y regañó a Odiseo

               con palabras de duro reproche:

                   «Ya no tienes, Odiseo, firme tu ánimo y vivo coraje, como tenías cuando
               por Helena de blancos brazos, de óptimo padre, durante nueve años combatiste
               fiero y sin descanso, y mataste a numerosos enemigos en la feroz batalla, y por
               decisión  tuya  se  conquistó  la  ciudad  de  amplias  calles  de  Príamo.  ¿Cómo
               ahora,  cuando  ya  has  llegado  a  tu  casa  y  tu  hacienda,  vacilas  en  mostrarte
               resuelto  contra  los  pretendientes?  Venga,  querido,  manténte  a  mi  lado  y

               aplícate a la tarea, para que veas cómo sabe frente a los enemigos devolver los
               beneficios Méntor Alcímida».

                   Dijo, pero no les iba a dar la victoria por mano de otro, sino que todavía
               iba  a  poner  a  prueba  su  coraje  y  su  aguante,  tanto  de  Odiseo  como  de  su
               querido hijo. Ella dio un brinco hasta lo alto de la sala oscurecida por el humo
               y allí se posó semejante en su figura a una golondrina.

                   A  los  pretendientes  los  animaban  Agelao  Damastórida,  Eurínomo,

               Anfimedonte,  Demoptólemo,  Pisandro  Polictórida  y  el  bravo  Pólibo.  Pues
               entre  ellos  éstos  eran  los  mejores  con  mucho  por  su  valor,  de  los  que  aún
               vivían y combatían por sus vidas. A otros ya los habían derribado el arco y los
               frecuentes dardos. Tomó la palabra entre ésos Agelao para arengarlos a todos:

                   «Amigos,  ese  hombre  ya  va  a  detener  sus  inflexibles  manos,  y  ya
               desapareció también Méntor, después de declamar sus vanas promesas, y ellos
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