Page 229 - La Odisea alt.
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A los pretendientes les inundó tremenda angustia, y a todos se les cambió
el color. Zeus retumbó fuerte dando sus señales, y se alegró al punto el muy
sufrido divino Odiseo de que le mandara su augurio el hijo de Crono de
retorcida mente. Asió una flecha rauda que estaba sobre la mesa, desnuda. Las
demás yacían todas a cubierto dentro de la aljaba hueca. Pronto iban a
probarlas los aqueos. La encajó en el ángulo y tiró de la cuerda y las barbas
desde su sitio, sentado en la silla, y disparó la flecha, apuntando al frente, y no
erró ninguna de las hachas desde el primer agujero. El dardo de broncínea
punta las traspasó y salió al final.
Dijo entonces a Telémaco:
«Telémaco, el huésped sentado en tus salas no te deshonra. No ha errado el
blanco y ni siquiera se fatigó al tensar el arco. Aún conservo firme mi coraje, y
no soy como me calumnian con sus insultos los pretendientes. Ahora es
tiempo de tener dispuesta la cena para los aqueos, mientras hay luz, y
proponerles que la disfruten a fondo, con el canto y la lira, que son el
coronamiento del festín».
Dijo, e hizo una seña con las cejas. Se ciñó su aguda espada Telémaco, el
hijo querido del divino Odiseo, y empuñó en su mano la lanza y se puso
erguido a su lado, junto a su silla, con su yelmo de llameante bronce.
CANTO XXII
Entonces el muy astuto Odiseo se despojó de sus harapos, saltó sobre el
gran umbral con el arco y la aljaba repleta de dardos, y volcó las veloces
flechas ante sus pies, y dijo a los pretendientes:
«Ese certamen arduo ya está cumplido. Ahora apuntaré de nuevo hacia
otro blanco, al que aún no lanzó saetas hombre alguno, a ver si lo alcanzo y
Apolo me concede mi deseo».
Dijo, y apuntó una amarga flecha hacia Antínoo, que entonces iba a
levantar una bella copa de oro de dos asas, y la sostenía ya en sus manos para
beber el vino. En su ánimo no había presentimientos de muerte. ¿Quién iba a
imaginar que, entre tan numerosos comensales, un hombre entre la multitud,
por fuerte que fuera, le daría una mala muerte y un negro destino? Odiseo
disparó la flecha apuntándole a la garganta, y la punta le entró de frente a
través del blando cuello. Se desplomó hacia atrás, al ser herido cayó la copa de
su mano, y al instante de su nariz brotó un espeso chorro de sangre humana.
Fulminantemente derribó la mesa de una patada y tumbó por el suelo las
viandas. El pan y la carne se llenaron de polvo.