Page 206 - La Odisea alt.
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en verdad todo esto va a cumplirse como os digo! Este mismo año volverá
               aquí Odiseo, al concluir esta luna y comenzar la próxima».

                   Le respondió de nuevo la muy prudente Penélope:

                   «¡Ojalá pues, extranjero, que esa profecía tuya se vea cumplida! Entonces
               sabrías  muy  pronto  mi  afecto  y  verías  muchos  regalos  míos,  de  modo  que
               cualquiera, al encontrarte, te llamaría feliz. Mas en mi ánimo recelo que será

               así, de otro modo: que ni Odiseo volverá a su casa ni tú conseguirás tu viaje,
               porque no hay en la casa señores como antaño, tal como se mostraba ante los
               hombres  Odiseo,  si  es  que  existió  alguna  vez,  al  acoger  o  despedir  a  sus
               respetables huéspedes. No obstante, lavadlo, criadas, y disponed su cama, con
               cobertores, mantas y sábanas muy limpias, para que se caliente bien mientras
               le llega la Aurora de áureo trono. Al alba, muy temprano, bañadlo y ungidlo,
               para  que,  en  palacio,  junto  a  Telémaco,  disfrute  del  banquete  sentado  en  la
               gran sala. ¡Sufrirá dolores quien, rencoroso, le agreda! Ya no podrá hacer aquí

               nada más, por muy enfurecido que se presente. ¿Cómo reconocerías tú de mí,
               huésped, que yo destaco algo sobre las demás mujeres en inteligencia y sagaz
               prudencia,  si  te  dejara  seguir  así,  sucio  y  mal  vestido,  en  el  banquete  del
               palacio?  Son  de  corta  vida  los  seres  humanos.  A  quien  es  por  sí  mismo
               insensible  y  se  muestra  falto  de  compasión,  a  éste  le  desean  todos  dolores

               futuros  en  su  vida,  y  al  morir  lo  maldicen.  Pero  quien  es  compasivo  y  se
               muestra bondadoso, ése logra amplia fama y sus huéspedes la difunden entre
               todas las gentes y muchos se hacen eco de su nobleza».

                   Contestándola le replicó el muy astuto Odiseo:

                   «Venerable  esposa  del  Laertíada  Odiseo,  las  mantas  y  las  sábanas
               resplandecientes  no  me  apetecen  ya,  desde  que  ha  tiempo  dejé  los  montes
               nevados de Creta, yéndome en una nave de largos remos. Me acostaré como

               acostumbro a pasar mis noches insomnes. Pues ya muchas noches dormí sobre
               un mísero suelo y así aguardé la Aurora de bello trono. Para nada siento en mi
               ánimo deseos de un baño de pies. Ninguna mujer va a frotar mis piernas, entre
               las que están a tu servicio en tu casa, a menos que haya alguna entrada en
               años,  una  vieja  de  carácter  sufrido,  que  haya  soportado  en  su  ánimo  tantas
               cosas como yo mismo. A ésa no le impediría que cuidara de mis pies».

                   Le contestó entonces la muy prudente Penélope:


                   «Querido huésped, nunca había llegado a mi hogar desde tierras lejanas un
               hombre tan juicioso que fuera más amable. ¡Qué sensatamente lo dices todo
               tan bien meditado! Tengo conmigo una anciana de pensamiento discreto, que
               crio y cuidó a aquel infeliz y que lo llevó en brazos desde que su madre lo dio
               a  luz.  Ella  te  lavará  los  pies,  aunque  está  ya  algo  débil.  ¡Vamos,  acércate,
               prudente Euriclea, y lava a este que tiene la misma edad que tu amo! Odiseo

               tendrá sus pies y sus manos como éstos, porque envejecen pronto los hombres
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