Page 203 - La Odisea alt.
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»Así  dije  y  se  dejó  convencer  el  ánimo  esforzado  de  aquéllos.  Luego
               durante el día tejía la extensa tela y por las noches la deshacía a la luz de las
               antorchas. De tal modo durante tres años los engañé y retuve persuadidos a los
               aqueos. Pero cuando llegó el cuarto año y volvieron las estaciones, al pasar los
               meses y correr muchos y muchos días, entonces, por medio de las esclavas,
               perras irresponsables, me descubrieron, y se presentaron y me amenazaron con

               sus palabras. Así que lo acabé contra mi voluntad, bajo tal amenaza. Ahora no
               puedo  eludir  la  boda  ni  hallo  ningún  subterfugio.  Mis  padres  me  apremian
               mucho a que me case, y mi hijo se enfurece al ver que devoran su hacienda,
               pues ya es hombre muy capaz de cuidar de su casa y la riqueza que Zeus le
               concede. Pero, a pesar de todo, dime de tu familia, de dónde eres. Pues no has
               nacido de la encina ni de la roca según el antiguo dicho».


                   Contestándole a ella le dijo el muy astuto Odiseo:
                   «Venerable esposa del Laertíada Odiseo, ¿no vas a parar de preguntarme

               por mi estirpe? Bien, te la diré, aunque me procurarás más penas de las que
               tengo ya. Tal es, pues, la condición normal, cuando un hombre anda ausente
               de  su  patria  tanto  tiempo  como  yo  ahora,  errando  desde  ha  mucho  por  las
               ciudades de otros y soportando penalidades. Pero, incluso así, te voy a decir lo
               que me preguntas e interrogas.

                   »Creta es una tierra que queda en medio del vinoso ponto, hermosa y fértil,

               bañada  por  el  mar.  Hay  en  ella  muchas  gentes,  incontables,  y  noventa
               ciudades.  La  lengua  de  unos  y  otros  se  halla  mezclada.  Hay  allí  aqueos,
               eteocretenses de gran ánimo, cidones, dorios de tres tribus, y divinos pelasgos.
               En ella está Cnosos, gran ciudad, donde reinó nueve años Minos, confidente
               del  gran  Zeus,  padre  de  mi  padre,  el  magnánimo  Deucalión.  Deucalión  me

               engendró y también al soberano Idomeneo, que partió en las combadas naves
               hacia Troya junto con los Atridas. Mi ilustre nombre es Etón, y soy el menor
               por nacimiento; él fue el primogénito y el más fuerte.

                   »Allá vi yo a Odiseo y le ofrecí dones de hospitalidad. Pues la fuerza del
               viento  lo  arrastró  hasta  Creta  cuando  marchaba  hacia  Troya,  desviándolo
               desde el cabo Maleas. Arribó a Amnisos, donde está la gruta de Ilitía, entre
               ensenadas  difíciles,  y  a  duras  penas  escapó  de  las  tormentas.  Al  momento,

               ascendiendo a la ciudad, vino a preguntar por Idomeneo, pues afirmaba que
               era huésped suyo, amigo y estimado. Para él aquélla era la décima o undécima
               aurora  desde  que  zarpara  con  sus  combadas  naves  hacia  Troya.  Yo  le  llevé
               hasta mi palacio y lo hospedé bien, ofreciéndole a las claras como amigo de
               todo cuanto había en la casa en abundancia. Y a sus otros compañeros, que le
               escoltaban, les proporcioné cebada y rojo vino, que recolecté en el pueblo, y
               unas vacas para sacrificar de modo que saciaran su apetito. Allí permanecieron

               doce días los divinos aqueos, ya que soplaba un fuerte Bóreas y el vendaval no
               permitía ni siquiera en tierra avanzar erguidos. Un cruel dios lo había lanzado.
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