Page 16 - La Odisea alt.
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»Conque,  si  vuestro  ánimo  se  siente  ultrajado,  salid  de  mis  salas  y
               procuraos  otros  banquetes,  comiendo  a  vuestras  expensas  y  convidándoos
               unos  a  otros  en  vuestras  casas.  Pero,  si  os  parece  más  provechoso  lo  de
               saquear impunemente la hacienda de un solo hombre, esquilmadla. Yo clamaré
               a  los  dioses  sempiternos  que  ojalá  permita  Zeus  que  vuestros  hechos  sean
               retribuidos, y que entonces, impunemente, perezcáis dentro de este palacio».

                   Así dijo Telémaco. Dos águilas en lo alto desde la cumbre de la montaña

               echó a volar Zeus. Volaron éstas un trecho a la par de las ráfagas del viento,
               planeando con sus alas extendidas una junto a la otra; pero al llegar al medio
               de  la  vocinglera  asamblea,  entonces,  volteando  en  círculos,  agitaron  sus
               crespas  alas  y  avizoraron  las  cabezas  de  todos  y  parecían  un  presagio  de
               muerte. Desgarráronse con sus uñas los rostros y los flancos y se abalanzaron

               a la diestra sobre las casas y la ciudad. Ellos quedaron pasmados ante las aves,
               viéndolas  ante  sus  ojos.  Se  estremecieron  en  su  interior  por  las  cosas  que
               amenazaban cumplirse.

                   Y entonces tomó la palabra entre ellos el viejo héroe Haliterses Mastórida.
               Era, pues, el único de su generación que se había destacado en distinguir los
               vuelos de las aves y en revelar sus augurios. Con ánimo benevolente tomó la
               palabra entre ellos y les dijo:

                   «Escuchadme ahora a mí, itacenses, lo que os voy a decir.


                   »Sobre todo como advertencia a los pretendientes voy a decirlo. Pues sobre
               ellos se arremolina una enorme desdicha. Que Odiseo no estará largo tiempo
               lejos de los suyos, sino que cerca está ya y a todos ellos les prepara matanza y
               fatal  fin.  También  para  muchos  otros,  que  habitamos  la  clara  Ítaca,  habrá
               desastres;  conque  meditemos  mucho  antes,  a  fin  de  detenerlo.  Que  éstos  se
               moderen por sí mismos. Porque, en verdad, para ellos les es más conveniente.


                   »No  profetizo,  pues,  como  inexperto,  sino  como  bien  entendido.  Así
               también afirmo que para aquél todo se ha cumplido, como le predije, cuando
               los aqueos se embarcaron para Ilión, y con ellos zarpó el astuto Odiseo. Le
               pronostiqué  que,  tras  largos  padecimientos,  después  de  perder  a  todos  sus
               camaradas,  desconocido  para  todos,  al  vigésimo  año  regresaría  a  su  patria.
               Ahora ya está todo cumplido».


                   Le replicó, a su vez, Eurímaco, hijo de Pólibo:

                   «Eh  viejo,  venga,  vete  a  tu  casa  y  profetízales  a  tus  hijos  para  que  no
               sufran algún daño en el futuro. En esto soy yo mucho mejor que tú para dar
               vaticinios. Muchos pájaros van y vienen bajo los rayos del sol y no todos son
               portadores de augurios. Lo que es Odiseo ha muerto lejos. ¡Como ojalá que tú
               hubieras  acabado  también  con  él!  Así  no  hablarías  tanto  de  vaticinios,  ni
               azuzarías así al enfurecido Telémaco, confiando en que tal vez te envíe algún
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