Page 188 - La Odisea alt.
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Así  hablaban  los  pretendientes,  pero  Odiseo  no  atendía  a  sus  palabras.
               Telémaco en su corazón sintió gran pena por el golpeado, pero no dejó caer a
               tierra el llanto de sus ojos, sino que movió en silencio su cabeza meditando
               venganzas.

                   Cuando  la  prudente  Penélope  se  enteró  del  herido  en  su  casa,  exclamó
               enseguida ante sus criadas:


                   «¡Ojalá así te alcanzara Apolo el famoso arquero!».

                   Y, al punto, la contestó Eurínome, la despensera:

                   «Desde luego que si lograran cumplido efecto nuestras plegarias, ninguno
               de éstos llegaría a ver la Aurora de hermoso trono».

                   Contestóle de nuevo la prudente Penélope:

                   «Ama, todos son aborrecibles, pues traman maldades; pero Antínoo lo es
               singularmente,  tanto  como  la  negra  muerte.  Por  la  casa  transita  el  infeliz
               extranjero mendigando entre los hombres. Le mueve su pobreza. Ahí todos los

               otros  le  atendieron  y  le  dieron  algo,  pero  él  le  atizó  con  un  escabel  en  el
               hombro derecho».

                   Así  hablaba  ella  ante  sus  doncellas  y  sirvientas,  sentada  en  su  alcoba,
               mientras el divino Odiseo comía. Luego hizo llamar al divino porquero y le
               dijo:

                   «Ve, divino Eumeo, y llégate al extranjero e invítale a que venga, para que

               le salude y le pregunte si en algún lugar ha sabido del sufrido Odiseo, o si lo
               ha visto con sus ojos. Tiene aspecto de haber vagabundeado mucho».

                   Respondiéndole dijiste tú, porquerizo Eumeo:

                   «¡Ojalá,  reina,  se  callaran  los  aqueos!  Cuenta  él  tales  cosas  que  te
               hechizaría el corazón. Durante tres noches lo mantuve, tres días lo albergué en
               mi  majada.  Pues  primero  llegó  a  mí  escapando  de  un  barco.  En  esas
               circunstancias no dejó de contarme su desdicha. Como cuando uno contempla
               a un aedo que, inspirado por los dioses, canta sus palabras que seducen a las

               gentes, y se siente el ansia de escucharlo sin fin mientras canta, así él me tenía
               encantado mientras estuvo en mi cabaña.

                   »Cuenta  que  él  fue  huésped  de  Odiseo,  por  parte  de  su  padre,  y  que
               habitaba en Creta donde reside la familia de Minos. Desde allí hasta acá ha
               llegado ahora sufriendo penalidades y dando tumbos. Asegura haber oído que
               Odiseo anda cerca y con vida, en el país opulento de los tesprotos. Y que trae

               consigo muchos tesoros a casa».

                   «Anda,  llámale  aquí,  para  que  me  lo  cuente  cara  a  cara.  Los  otros,  que
               sigan con su diversión tumbados por la puerta o dentro de las salas, ya que
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