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Así hablaban los pretendientes, pero Odiseo no atendía a sus palabras.
Telémaco en su corazón sintió gran pena por el golpeado, pero no dejó caer a
tierra el llanto de sus ojos, sino que movió en silencio su cabeza meditando
venganzas.
Cuando la prudente Penélope se enteró del herido en su casa, exclamó
enseguida ante sus criadas:
«¡Ojalá así te alcanzara Apolo el famoso arquero!».
Y, al punto, la contestó Eurínome, la despensera:
«Desde luego que si lograran cumplido efecto nuestras plegarias, ninguno
de éstos llegaría a ver la Aurora de hermoso trono».
Contestóle de nuevo la prudente Penélope:
«Ama, todos son aborrecibles, pues traman maldades; pero Antínoo lo es
singularmente, tanto como la negra muerte. Por la casa transita el infeliz
extranjero mendigando entre los hombres. Le mueve su pobreza. Ahí todos los
otros le atendieron y le dieron algo, pero él le atizó con un escabel en el
hombro derecho».
Así hablaba ella ante sus doncellas y sirvientas, sentada en su alcoba,
mientras el divino Odiseo comía. Luego hizo llamar al divino porquero y le
dijo:
«Ve, divino Eumeo, y llégate al extranjero e invítale a que venga, para que
le salude y le pregunte si en algún lugar ha sabido del sufrido Odiseo, o si lo
ha visto con sus ojos. Tiene aspecto de haber vagabundeado mucho».
Respondiéndole dijiste tú, porquerizo Eumeo:
«¡Ojalá, reina, se callaran los aqueos! Cuenta él tales cosas que te
hechizaría el corazón. Durante tres noches lo mantuve, tres días lo albergué en
mi majada. Pues primero llegó a mí escapando de un barco. En esas
circunstancias no dejó de contarme su desdicha. Como cuando uno contempla
a un aedo que, inspirado por los dioses, canta sus palabras que seducen a las
gentes, y se siente el ansia de escucharlo sin fin mientras canta, así él me tenía
encantado mientras estuvo en mi cabaña.
»Cuenta que él fue huésped de Odiseo, por parte de su padre, y que
habitaba en Creta donde reside la familia de Minos. Desde allí hasta acá ha
llegado ahora sufriendo penalidades y dando tumbos. Asegura haber oído que
Odiseo anda cerca y con vida, en el país opulento de los tesprotos. Y que trae
consigo muchos tesoros a casa».
«Anda, llámale aquí, para que me lo cuente cara a cara. Los otros, que
sigan con su diversión tumbados por la puerta o dentro de las salas, ya que