Page 180 - La Odisea alt.
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afecto, en la compañía de sus honrados hijos. Sin embargo, del audaz Odiseo
               me dijo que no había oído nunca a ningún viajero si estaba vivo o muerto, y
               me envió a visitar al Atrida Menelao, famoso por su lanza, con un carro bien
               ensamblado y sus caballos.

                   »Allí  vi  a  la  argiva  Helena,  por  la  que  mucho  sufrieron  los  argivos  y
               troyanos por la voluntad de los dioses. Después me preguntó pronto Menelao,
               bueno en el grito de guerra, por qué urgencia acudía a la divina Lacedemonia.

               Entonces  yo  le  conté  punto  por  punto  toda  la  verdad,  y  él,  contestándome,
               estas palabras dijo:

                   »“¡Ay, ay! ¡Que a un hombre tan valeroso quieran usurparle el lecho esos
               que son sólo unos tipos cobardes! Como cuando una cierva en la guarida de un
               fornido león echa a dormir a sus cervatillos, crías pequeñas, lactantes, y se sale
               a pastar por trochas y valles herbosos, y luego llega el león a su madriguera y
               les da un terrible final a las crías, así Odiseo a ellos les dará un terrible final.

               ¡Ojalá que, oh Zeus Padre, Atenea y Apolo, siendo tal como era antaño en la
               bien construida Lesbos, cuando se levantó para luchar con Filomeles, en una
               disputa,  y  lo  tumbó  con  fuerza,  y  se  alegraron  todos  los  aqueos,  así  se
               presentara  ante  los  pretendientes  Odiseo!  ¡Tendrían  breve  vida  y  amargas
               bodas! Con respecto a lo que me preguntas y ruegas no quisiera yo hablar con

               rodeos y disimulos, y no voy a engañarte. Pero de cuanto me contó el veraz
               Viejo del Mar ni una palabra te ocultaré ni omitiré. Me dijo que él lo había
               visto  soportando  fuertes  pesares  en  una  isla,  en  las  moradas  de  la  ninfa
               Calipso,  que  lo  retenía  por  la  fuerza.  Él  no  era  capaz  de  arribar  a  su  tierra
               patria  puesto  que  no  disponía  ni  de  barco  de  remos  ni  de  compañeros  que
               fueran con él sobre los amplios lomos del mar”.


                   »Así habló el Atrida Menelao, ilustre por su lanza. Después de realizar eso,
               regresé. Me dieron un viento propicio los inmortales, que pronto me trajeron a
               la querida tierra patria».

                   Así dijo, y a ella le conmovió el corazón en su pecho. A los dos les dijo
               entonces Teoclímeno de divino aspecto estas palabras:

                   «Respetable  esposa  de  Odiseo  Laertíada,  éste  en  verdad  no  lo  sabe  con
               claridad; pero atiende a mi profecía. Porque voy a darte un vaticinio veraz y
               sin ambages. ¡Séame testigo Zeus, en primer lugar, y la mesa hospitalaria y el

               hogar del irreprochable Odiseo, al que me acojo, de que Odiseo, en verdad, ya
               está en su querida tierra patria, en reposo o caminando, informado de todas las
               acciones dañinas y, por tanto, prepara la ruina de todos los pretendientes! Un
               augurio  semejante  ya  interpreté  estando  en  la  nave  de  buenos  bancos  de
               remeros y ya se lo expuse a Telémaco».

                   Le respondió, a su vez, la muy prudente Penélope:
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