Page 11 - La Odisea alt.
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al cuidado de los hombres, y sobre todo al mío. Mío es, pues, el gobierno de la

               casa».

                   Ella quedóse pasmada y se retiró de nuevo hacia dentro de la casa. Pues
               había guardado en su ánimo la sagaz advertencia de su hijo. Subiendo a las
               habitaciones  dé  arriba  con  sus  sirvientas  lloraba  entonces  por  Odiseo,  hasta
               que un dulce sueño sobre sus párpados derramó Atenea de ojos glaucos.


                   Los pretendientes atronaron a gritos las umbrosas salas, y todos expresaron
               sus deseos de acostarse con ella en su lecho.

                   A éstos se dirigió el sagaz Telémaco con estas palabras:

                   «¡Pretendientes de mi madre que mantenéis una soberbia insolencia! Ahora
               disfrutemos  del  banquete  y  que  no  haya  alboroto,  porque  es  hermoso  el
               escuchar a un aedo como éste, semejante en su voz a los dioses. Al amanecer
               iremos  todos  a  tomar  asiento  en  el  ágora,  para  que  sin  tapujos  os  diga  un
               discurso: que salgáis de mi palacio y os procuréis otros banquetes, comiendo a

               vuestras expensas y convidándoos unos a otros en vuestras casas.

                   »Pero  si  os  parece  que  es  más  provechoso  tratar  de  arruinar,  sin  pago
               alguno, la hacienda de un solo hombre, arrasadla. Yo invocaré a gritos a los
               dioses  sempiternos  que  ojalá  Zeus  permita  que  vuestros  hechos  sean
               retribuidos  y  que  entonces,  sin  pago  ninguno,  perezcáis  dentro  de  este
               palacio».


                   Así dijo. Ellos, clavando sus dientes en sus labios, admiraron a Telémaco
               que había hablado con audacia. A su vez le contestó Antínoo, hijo de Eupites:

                   «Telémaco,  en  verdad  que  ahora  te  enseñan  los  mismos  dioses  a  ser  de
               palabra altanera y a discursear con coraje. ¡Así no te haga rey el Crónida en la
               marina Ítaca, lo que por nacimiento es tu herencia paterna!».

                   Le replicó entonces el sagaz Telémaco:

                   «Antínoo, sin duda vas a irritarte conmigo por lo que te diga. Justamente

               eso es lo que quisiera conseguir, si Zeus lo permite. ¿Es que afirmas que es lo
               peor que les ocurre a los humanos? No es nada malo reinar. Al instante la casa
               se hace rica y uno mismo es más respetado.

                   »Pero es cierto que hay otros muchos personajes regios de los aqueos en la
               marina  Ítaca,  jóvenes  y  viejos,  y  uno  cualquiera  de  ellos  puede  tener  esta
               dignidad, ya que ha muerto Odiseo divino. En tal caso, yo seré soberano de

               nuestro  palacio  y  nuestros  esclavos,  que  me  trajo  como  botín  de  guerra  el
               divino Odiseo».

                   Le habló entonces Eurímaco, hijo de Pólibo:

                   «¡Telémaco! Está, desde luego, en las rodillas de los dioses lo de quién ha
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