Page 14 - La Odisea alt.
P. 14
No he oído ninguna noticia del regreso del ejército que pueda deciros en
público tras de haberme enterado el primero. Sólo mi propia necesidad, ya que
una doble desgracia se abatió sobre mi casa. Por un lado, perdí a mi padre, que
fue en tiempos rey entre vosotros y que era amable como un padre. Pero ahora
otra es, y mucho más grave, el que pronto van a destrozar por entero mi hogar,
y devastarán por completo mi hacienda.
»Los pretendientes de mi madre la asedian contra su voluntad, los hijos de
los hombres que son aquí los más distinguidos, que sienten temor a dirigirse a
la morada de Icario, para que éste dote a su hija y la entregue a quien él quiera
y a ella le resulte grato. Ésos, que frecuentan nuestra casa todos los días,
sacrificando vacas y ovejas y gruesas cabras, dan banquetes y beben nuestro
rojo vino sin tasa. Nuestros muchos bienes se agotan. Porque no hay un
hombre como fue Odiseo para rechazar esa plaga de nuestro hogar.
»Nosotros no somos capaces de defendernos. ¿Es que en adelante vamos a
ser gente lamentable y desconocedora del coraje? Pues ya se han cometido
acciones insoportables, y mi casa se ha arruinado de modo inicuo. Enfureceos
también vosotros y sentid vergüenza de nuestros convecinos, que por acá
habitan. Temed la cólera de los dioses, no sea que, hartándose de sus viles
actos, os vuelvan la espalda.
»Os lo suplico por Zeus Olímpico y por Temis, la que disuelve o afirma las
asambleas de los hombres. Conteneos, amigos, y dejadme que me consuma
solo en mi lúgubre pena. A no ser que mi padre, el noble Odiseo, causara
daños a los aqueos de buenas grebas, y que vosotros os venguéis por ellos,
animando a los pretendientes. Para mí mejor sería que vosotros os zamparais
mis bienes y mi ganado. Pues si vosotros los devorarais, alguna vez obtendría
mi revancha. Yo podría luego ir por la ciudad reclamando mis bienes, hasta
que se me devolviera todo. ¡Pero ahora infundís en mi ánimo pesares
insufribles!».
De tal modo habló, enfureciéndose, y lanzó el cetro al suelo, rompiendo en
llanto. La compasión se apoderó de todo el pueblo. Todos los demás quedaron
entonces en silencio, y ninguno se atrevió a responder a Telémaco con duras
palabras. Antínoo fue el único que le replicó:
«¡Telémaco de altivo lenguaje, incontenible en tu furor, qué arenga has
largado, injuriándonos! Quisieras que nos abrumara el reproche. Pero ante ti
de nada somos culpables los pretendientes aqueos, sino tu querida madre, que
bien aprovecha sus ventajas.
»Porque es ya el tercer año y pronto será el cuarto que lastima el corazón
en el pecho de los aqueos. Por un lado a todos les da esperanzas y a cada uno
en particular le hace promesas, enviándole recados, pero su ánimo otras cosas
planea.