Page 93 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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nuestro lugar, ahora que es tiempo de la siega, y de entender en la hacienda, dejándonos de andar
de ceca en meca y de zoca en colodra como dicen.
¡Qué poco sabes, Sancho, respondió Don Quijote, de achaque de caballería: calla y ten paciencia,
que día vendrá donde veas por vista de ojos cuán honrosa cosa es andar en este oficio. Sino dime:
¿qué mayor contento puede haber en el mundo, o qué gusto puede igualarse al de vencer una
batalla, y al de triunfar de su enemigo? Ninguno, sin duda alguna. Así debe de ser, respondió
Sancho, puesto que yo no lo sé; sólo sé que después que somos caballeros andantes, o vuestra
merced lo es (que yo no hay para qué me cuenten en tan honroso número) jamás hemos vencido
batalla alguna, si no fue la del vizcaíno, y aún de aquella salió vuestra merced con media oreja y
media celada menos; que después acá todo ha sido palos y más palos, puñadas y más puñadas,
llevando yo de ventaja el manteamiento, y haberme sucedido por personas encantadas, de quien no
puedo vengarme, para saber hasta dónde llega el gusto del vencimiento del enemigo, como vuestra
merced dice.
Esa es la pena que yo tengo, y la que tú debes tener, Sancho, respondió Don Quijote; pero de aquí en
adelante yo procuraré haber a las manos alguna espada hecha con tal maestría, que al que la trujere
consigo no le puedan hacer ningún género de encantamientos; y aún podría ser que me deparase la
ventura aquella de Amadís, cuando se llamaba el "Caballero de la Ardiente Espada", que fue una de
las mejores espadas que tuvo caballero en el mundo; porque, fuera de que tenía la virtud dicha,
cortaba como una navaja, y no había armadura, por fuerte y encantada que fuese, que se le parase
delante. Yo soy tan venturoso, dijo Sancho,
que cuando eso fuese, y vuestra merced viniese a hallar semejante espada, sólo vendría a servir y
aprovechar a los armados caballeros como el bálsamo, y a los escuderos que se los papen duelos. No
temas eso, Sancho, dijo Don Quijote, que mejor lo hará el cielo contigo.
En estos coloquios iban Don Quijote y su escudero, cuando vio Don Quijote que por el camino que
iban venía hacia ellos una grande y espesa polvareda, y en viéndola se volvió a Sancho, y le dijo: Este
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