Page 89 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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y mala andanza casi dos horas, al cabo de las cuales no quedó como su amo, sino tan molido y
quebrantado que no se podía tener; pero Don Quijote, que, como se ha dicho, se sintió aliviado y
sano, quiso partirse luego a buscar aventuras, pareciéndole que todo el tiempo que allí se tardaba
era quitársele al mundo y a los en él menesterosos de su favor y amparo, y más con la seguridad y
confianza que llevaba en su bálsamo; y así forzado deste deseo, él mismo ensilló a Rocinante, y
enalbardó al jumento de su escudero, a quién también ayudó a vestir y subir en el asno; púsose
luego a caballo, y llegánose a un rincón de la venta, y asió de un lanzón que allí estaba para que le
sirviese de lanza.
Estábanle mirando todos cuanto había en la venta, que pasaban de más de veinte personas;
mirábale también la hija del ventero; y él también no quitaba los ojos della, y de cuando en cuando
arrojaba un suspiro, que parecía que le arrancaba de lo profundo de sus entrañas, y todos pensaban
que debía de ser del dolor que sentía en las costillas, a lo menos pensábanlo aquellos que la noche
antes le habían visto bizmar. Ya que estuvieron los dos a caballo, puesto a la puerta de la venta
llamó al ventero, y con voz muy reposada y grave le dijo: Muchas y muy grandes son las mercedes,
señor alcaide, que en este vuestro castillo he recibido, y quedó obligadísimo a agradecéroslas todos
los días de mi vida; si os las puedo pagar en haceros vengado de algún soberbio que os haya fecho
algún agravio, sabed que mi oficio no es otro sino valer a los que poco pueden, vengar a los que
reciben tuertos, y castigar alevosías; recorred vuestra memoria, y si hallais alguna cosa de este jaez
que encomendarme, no hay sino decilla, que yo os prometo por la orden de caballería que recibí, de
faceros satisfecho y pagado a toda vuestra voluntad.
El ventero le respondió con el mismo sosiego: Señor caballero, yo no tengo necesidad de que vuestra
merced me vengue ningún agravio, porque yo sé tomar la venganza que me parece cuando se me
hacen; sólo he menester que vuestra merced me pague el gasto que ha hecho esta noche en la venta,
así de la paja y cebada de sus dos bestias, como de la cena y camas. ¿Luego venta es ésta? replicó
Don Quijote. Y muy honrada, respondió el ventero. Engañado he vivido hasta aquí, respondió Don
Quijote, que en verdad que pensé que era castillo, y no malo, pero, pues es así que no es castillo sino
venta, lo que se podrá hacer por ahora es que perdoneis por la paga, que yo no puedo contravenir a
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