Page 91 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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perro por carnastolendas. Las voces que el mísero manteado daba fueron tantas, que llegaron a los

                  oídos de su amo, el cual, deteniéndose a escuchar atentamente, creyó que alguna nueva aventura le

                  venía, hasta que claramente conoció que el que gritaba era su escudero, y volviendo las riendas, con

                  un penado golpe llegó a la venta, y hallándola cerrada, la rodeó por ver si hallaba por donde entrar;

                  pero no hubo entrado a las paredes del corral, que no eran muy altas, cuando vió el mal juego que se
                  le hacía a su escudero.


                  Vióle bajar y subir por el aire con tanta gracia y presteza, que si la cólera le dejara, tengo para mí

                  que se riera. Probó a subir desde el caballo a las bardas; pero estaba tan molido y quebrantado, que
                  aún apearse no pudo, y así desde encima del caballo comenzó a decir tantos denuestos y baldones a

                  los que a Sancho manteaban, que no es posible acertar a escribillos; mas no por esto cesaban ellos

                  de su risa y de su obra, ni el volador Sancho dejaba sus quejas, mezcladas ya con amenazas, ya con

                  ruegos; mas todo aprovechaba poco, ni aprovechó hasta que de puro cansados le dejaron. Trajéronle

                  allí su asno, y subiéronle encima, le arroparon con su gabán, y la compasiva de Maritornes, viéndole

                  tan fatigado, le pareció ser bien socorrelle con un jarro de agua, y así se le trujo del pozo por ser más
                  fría. Tomóle Sancho, y llevándole a la boca, se paró a las voces que su amo le daba, diciendo: Hijo

                  Sancho, no bebas agua, hijo, no la bebas que te matará; ves, aquí tengo el santísimo bálsamo, y

                  enseñábale la alcuza del brevaje, que con dos gotas que de él bebas sanarás sin duda.


                  A estas voces volvió Sancho los ojos como de través, y dijo con otras mayores: ¿Por dicha hásele
                  olvidado a vuestra merced como yo no soy caballero, o quiere que acabe de vomitar las entrañas que

                  me quedaron de anoche? Guárdese su licor con todos los diablos, y déjeme a mí; y el acabar de decir

                  ésto y el comenzar a beber todo fue uno; mas como al primer trago vió que era agua, no quiso pasar

                  adelante, y rogó a Maritornes que se le trujese de vino; y así lo hizo ella de muy




                  buena voluntad, y lo pagó de su mismo dinero, porque en efecto se dice de ella que, aunque estaba

                  en aquel trato, tenía unas sombras y lejos de cristiana. Así como bebió Sancho, dió de los carcaños a

                  su asno, y abriéndole la puerta de la venta de par en par, se salió della muy contento de no haber
                  pagado nada, y de haber salido con su intención, aunque había sido a costa de sus acostumbrados

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