Page 8 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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primera salida tan de mañana, de esta manera? "Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz
de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos, y apenas los pequeños y
pintados pajarillos con sus arpadas lenguas habían saludado con dulce y meliflua armonía la venida
de la rosada aurora que dejando la blanda cama del celoso marido, por las puertas y balcones del
manchego horizonte a los mortales se mostraba, cuando el famoso caballero D. Quijote de la
Mancha, dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso caballo Rocinante, y comenzó a
caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel." (Y era la verdad que por él caminaba) y
añadió diciendo: "dichosa edad, y siglo dichoso aquel adonde saldrán a luz las famosas hazañas
mías, dignas de entallarse en bronce, esculpirse en mármoles y esculpirse en mármoles y pintarse en
tablas para memoria en lo futuro. ¡Oh tú, sabio encantador, quienquiera que seas, a quien ha de
tocar el ser coronista de esta peregrina historia! Ruégote que no te olvides de mi buen Rocinante
compañero eterno mío en todos mis caminos y carreras." Luego volvía diciendo, como si
verdaderamente fuera enamorado: "¡Oh, princesa Dulcinea, señora de este cautivo corazón! Mucho
agravio me habedes fecho en despedirme y reprocharme con el riguroso afincamiento de mandarme
no parecer ante la vuestra fermosura. Plégaos, señora, de membraros de este vuestro sujeto corazón,
que tantas cuitas por vuestro amor padece." Con estos iba ensartando otros disparates, todos al
modo de los que sus libros le habían enseñado, imitando en cuanto podía su lenguaje; y con esto
caminaba tan despaico, y el sol entraba tan apriesa y con tanto ardor, que fuera bastante a derretirle
los sesos, si algunos tuviera. Casi todo aquel día caminó sin acontecerle cosa que de contar fuese, de
lo cual se desesperaba, poerque quisiera topar luego, con quien hacer experiencia del valor de su
fuerte brazo. Autores hay que dicen que la primera aventura que le avino fue la de Puerto Lápice;
otros dicen que la de los molinos de viento; pero lo que yo he podido averiguar en este caso, y lo que
he hallado escrito en los anales de la Mancha, es que él anduvo todo aquel día, y al anochecer, su
rocín y él se hallaron cansados y
muertos de hambre; y que mirando a todas partes, por ver si descubriría algún castillo o alguna
majada de pastores donde recogerse, y adonde pudiese remediar su mucha necesidad, vió no lejos
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