Page 77 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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pon tú mano a tu espada y castígalos muy a tu sabor, que si en su ayuda y defensa acudieren

                  caballeros, yo te sabré defender y ofendellos con todo mi poder, que ya habrás visto por mil señales

                  y experiencias hasta dónde se extiende el valor de este mi fuerte brazo. Tal quedó de arrogante el

                  pobre señor con el vencimiento del valiente vizcaíno. Mas no le pareció tan bien a Sancho Panza el

                  aviso de su amo, que dejase de responder, diciendo: Señor, yo soy hombre pacífico, manso,
                  sosegado, y sé disimular cualquiera injuria, porque tengo mujer e hijos que sustentar y criar; así que

                  séale a vuestra merced también de aviso, pues no puede ser mandato, que en ninguna manera

                  pondré mano a la espada, ni contra villano, ni contra caballero, y que desde aquí para delante de

                  Dedios perdono cuantos agravios me han hecho y han de hacer, ora me los haya hecho o haga, o

                  haya de hacer persona alta o baja, rico o pobre, hidalgo o pechero, sin exceptuar estado ni condición
                  alguna. Lo cual oído por su amo, le respondió: Quisiera tener aliento para poder hablar un poco

                  descansado, y que el dolor que tengo en esta costilla se apacara tanto cuanto, para darte a entender,

                  Panza, en el error en que estás. Ven acá, pecador: si el viento de la fortuna, hasta ahora tan

                  contrario, en nuestro favor se vuelve, llenándonos las velas del deseo para que seguramente y sin

                  contraste alguno tomemos puerto en alguna de las ínsulas que te tengo prometida, ¿qué sería de ti

                  si, ganándola yo, te hiciese señor della? Pues lo vendrás a imposibilitar por no ser caballero, ni

                  quererlo ser, ni tener valor ni intención de vengar tus injurias y defender tu señoría; porque has de
                  saber que en los reinos y provincias nuevamente conquistados, nunca están tan quietos los ánimos

                  de sus naturales, ni tan de parte del nuevo señor, que no se tenga temor de que han de hacer alguna

                  novedad para alterar de nuevo las cosas y volver como dicen, a probar ventura; y así es menester

                  que el nuevo posesor tenga entendimiento para saber gobernar, y valor para ofender y defenderse

                  en cualquier acontecimiento. En este que ahora nos ha acontecido, respondió Sancho, quisiera yo

                  tener este entendimiento y ese valor que vuestra merced dice; mas yo le juro a fe de pobre hombre,
                  que más estoy para bizma que para pláticas. Mire vuestra merced si se puede levantar y ayudaremos

                  a Rocinante, aunque no lo merece, porque él fue la causa principal de todo este molimiento; jamás

                  tal creí de Rocinante, que le tenía por persona casta y tan pacífica como yo. En fin, bien dicen que es

                  menester mucho tiempo para venir a conocer las personas, y que no hay cosa segura en esta vida.



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