Page 70 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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Venga, es tiempo ya, del hondo abismo tántalo con su sed, Sísifo venga con el peso terrible de su

                  canto.

                  Ticio traiga un buitre, y asimismo con su rueda Egión no se detenga, ni las hermanas que trabajan

                  tanto.


                  Y todos juntos su mortal quebranto traslaen en mi pecho, y en voz baja (si y a un desesperado son

                  debidas) canten obsequias tristes, doloridas, al cuerpo a quien se niegue aun la mortaja.

                  Y el portero infernal de los tres rostros, con otras mil quimeras y mil mostruos lleven en doloroso

                  contrapunto, que otra pompa mejor no me parece que la merece un amador difunto.

                  Canción desesperada, no te quejes cuando mi triste compañía dejes; antes, pues, que la causa do

                  naciste con mi desdicha aumenta su ventura, aun en la sepultura no estés triste.


                  Bien les pareció a los que escuchado habían la canción de Grisóstomo, puesto, que el que la leyó dijo
                  que no le parecía que conformaba con la relación que él había oído del recato y bondad de Marcela,

                  porque en ella se quejaba Grisóstomo de celos, sospechas y de ausencia, todo en perjuicio del buen

                  créditto y buena fama de Marcela, a lo cual respondió Ambrosio, como aquel que sabía bien los más




                  escondidos pensamientos de su amigo; para que, señor, os satisfagáis desa duda, es bien que sepáis

                  que cuando este desdichado escribió esta canción estaba ausente de Marcela, de quien se había

                  ausentado por su voluntad, por ver si usaba con él la ausencia de sus ordinarios fueros; y como al

                  enamorado ausente no hay cosa que no lo fatigue, ni temor que no le dé alcance, así le fatigaban a
                  Grisóstomo los celos imaginados y las sospechas temidas como si fueran verdaderas; y con esto

                  queda en su punto la verdad que la fama pregona de la bondad de Marcela; la cual fuera de ser cruel

                  y un poco arrogante, y un mucho desdeñosa, la misma envidia ni debe ni puede ponerle falta alguna.

                  Así es la verdad, respondió Vivaldo; y queriendo leer otro papel de loos que había reservado del

                  fuego, lo estorbó una maravillosa visión (que tal parecía ella) que improvisamente se les ofreció a los

                  ojos, y fue que, por cima de la peña donde se cavaba la sepultura, pareció la pastora Marcela tan

                  hermosa, que pasaba a su fama en hermosura. Los que hasta entonces no la habían visto la miraban

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