Page 63 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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semejantes; antes se encomiendan a sus damas con tanta gana y devoción, como si ellas fueran su

                  Dio: cosa que me parece que huele algo a gentilidad. Señor, respondió Don Quijote, eso no puede

                  ser menos en ninguna manera, y caería en mal caso el caballero andante que otra cosa hiciese; que

                  ya está en uso y costumbre en la caballería andantesca que el caballero andante, que al acometer

                  algún gran fecho de armas tuvise su señora delante, vuelva a ella los ojos blanda y amorosamente,
                  como que le pide con ellos le favorezca y ampare en el dudoso trance que acomete; y aun si nadie le

                  oye, está obligado a decir algunas palabras



                  entre dientes, en que de todo corazón se le encomiende, y desto tenemos innumerables ejemplos en

                  las historias. Y no se ha de entender por esto que han de dejar de encomendarse a Dios, que tiempo
                  y lugar les queda para hacello en el discurso de la obra. Con todo eso, replicó el caminante, me

                  queda un escrúpulo, y es que muchas veces he leído que se traban palabras entre dos andantes

                  caballeros, y de una en otra se les viene a encender la cólera, y a volver los caballos, y a tomar una

                  buena pieza del campo, y luego sin más ni más, a todo el correr dellos se vuelven a encontrar, y en

                  mitad de la corrida se encomiendan a sus damas; y lo que suele suceder del encuentro es que el uno

                  cae por las ancas del caballo pasado con lalanza del contrario de parte a parte, y al otro le aviene

                  también que a no tenerse a las crines del suyo no pudiera dejar de venir al suelo; y no sé yo cómo el
                  muerto tuvo lugar para encomendarse a Dios en el discurso de esta tan celebrada obra; mejor fuera

                  que las palabras que en la carrera gastó encomendándose a su dama, las gastara en lo que debía, y

                  estaba obligado como cristiano; cuanto más que yo tengo para mí que no todos los caballeros

                  andantes tienen damas a quien encomendarse, porque no todos son enamorados. Eso no puede ser,

                  respondió Don Quijote: digo que no puede ser que haya caballero andante sin dama, porque tan

                  propio y tan natural les es a los tales ser enamorados como al cielo tener estrellas, y a buen seguro
                  que no se haya visto historia donde se halle caballero andante sin amores, y por el mismo caso que

                  estuviese sin ellos, no sería tenido por legítimo caballero, sino por bastardo, y que entró en la

                  fortaleza de la caballería dicha, no por la puerta, sino por las bardas, como salteador y ladrón. Como

                  todo eso dijo el caminante, me parece, si mal no me acuerdo, haber leído que don Galaor, hermano



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