Page 62 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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era persona muy discreta y de alegre condición, por pasar sin pesadumbre el poco camino qeu
decían que les faltaba a llegar a la sierra del entierro, quiso darle ocasión a que pasase más adelante
con sus disparates. Y así le dijo: paréceme, señor caballero andante, que vuestra merced ha
profesado una de las más estrechas profesiones que hay en la tierra, y tengo para mí que aún la de
los frailes cartujos no es tan estrecha. Tan estrecha bien podía ser, respondió nuestro Don Quijote;
pero tan necesaria en el mundo, no estoy en dos dedos de ponello en duda. Porque si va a decir
verdad, no hace menos el soldado que pone en ejecución lo que su capitán le manda, que el mismo
capitán que se lo ordena. Quiero decir, que los religiosos con toda paz y sosiego piden al cielo el bien
de la tierra; pero los soldados y cablleros ponemos en ejecución lo que ellos piden, defendiéndola
con el valor de nuestros brazos y filos de nuestras espadas; no debajo de cubierta, sino al cielo
abierto, puesto por blanco de los insufribles rayos del sol en el verano, y de los erizados hielos del
invierno. Así que somos ministros de Dios en la tierra, y brazos por quien se ejecuta en ello su
justicia. Y como las cosas de la guerra, y las a ellas tocantes y concernientes no se pueden poner en
ejecución sino sudando, afanando y trabajando excesivamente, síguese que aquellos que la profesan
tienen sin duda mayor trabajo que aquellos que en sosegada paz y reposo están rogando a Dios
favorezca a los que poco pueden. No quiero yo decir, ni me pasa por pensamiento, que es tan buen
estado el de caballero andante como el de encerrado religioso; sólo quiero inferir, por lo que yo
padezco, que sin duda es más trabajoso y aporreado, y más hambriento y sediento, miserable, roto y
piojoso, porque no hay duda sino que los caballeros andantes pasados pasaron mucha mala ventura
en el discurso de su vida. Y si algunos subieron a ser emperadores por el valor de su brazo, a fe que
les costó buen porqué de su sangre y de su sudor; y que así a los que tal grado subieron les faltaran
encantadores y sabios que los ayudaran, que ellos quedarán bien defraudados de sus deseos y bien
engañados de sus esperanzas.
De ese parecer estoy yo, replicó el caminante; pero una cosa entre otras muchas, me parece muy mal
de los caballeros andantes, y es que cuando se ven en ocasión de acometer una grande y peligrosa
aventura, en que se ve manifiesto peligro de perder la vida, nunca en aquel instante de acometella se
acuerdan de encomendarse a Dios, como cada cristiano está obligado a hacer en peligros
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