Page 61 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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todos. Apenas oyeron esto, cuando todos le tuvieron por loco, y por averiguarlo más y ver qué
género de locura era el suyo, le tornó a preguntar Vivaldo qué quería decir caballeros andantes. -
¿No han vuestras mercedes leído, respondió Don Quijote, los anales e historias de Inglaterra, donde
se tratan las famosas fazañas del rey Arturo, que continuamente en nuestro romance castellano
llamamos el rey Artús, de quien es tradición antigua y común en todo aquel reino de la Gran
Bretaña, que este rey no murió, sino que por arte de encantamiento se convirtió en cuervo, y que
andando los tiempos ha de volver a reinar y a cobrar su reino y cetro; a cuya causa no se probará que
desde aquel tiempo a este haya ningún inglés muerto cuervo alguno? Pues en tiempo de este buen
rey fue instituida aquella famosa orden de caballería de los caballeros de la Tabla Redonda, y
pasaron sin faltar un punto los amores que allí se cuentan de Don lanzarote del Lago con la reina
Ginebra, siend medianera dellos y sabidora aquella tan honrada duaña Quitañona, de donde nació
aquel famoso romance, y tan decantado en nuestra España de:
Nunca fuera caballero de damas tan bien servido, como lo fue Lanzarote cuando de Bretaña vino;
con aquel progreso tan dulce y tan suave de sus amorosos y fuertes fechos. Pues desde entonces, de
mano en mano fue aquella orden de caballería extendiéndose y dilatándose por muchas y diversas
partes del mundo; y en ella fueron famosos y conocidos por sus fechos el valiente Amadís de Gaula
con todos sus hijos y nietos hasta la quinta generación, y el valeroso Felixmarte de Hircania, y el
nunca como se debe alabado Tirante el Blanco, y casi que en nuestros días vimos y comunicamos y
oímos al invencible y valeroso caballero don Belianís de Grecia. Esto, pues, señores, es ser caballero
andante, y la que he dicho es la orden de su caballería, en la cual, como otra vez he dicho, yo,
aunque pecador, he hecho profesión, y lo mismo que profesaron los caballeros referidos, profeso yo;
y así me voy por estas soledades y despoblados buscando las aventuras, con ánimo deliberado de
ofrecer mi brazo y mi persona a la más peligrosa que la suerte me depare, en ayuda de los flacos y
menesterosos. Por estas razones que dijo, acabaron de enterarse los caminantes que era Don
Quijote falto de juicio, y del género de locura que señoreaba, de lo cual recibieron la misma
admiración que recibían todos aquellos qeu de nuevo venían en conocimiento della. Y Vivaldo, que
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