Page 57 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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me habéis de andar zaheriendo a cada paso los vocablos, no acabaremos en un año. Perdonad,

                  amigo, dijo Don Quijote, que por haber tanta diferencia de sarna a Sarra os lo dije; pero vos

                  respondísteis muy bien, porque vive más sarna que Sarra, y proseguid vuestra historia, que no os

                  replicaré más en nada.

                  Digo, pues, señor de mi alma, dijo el cabrero, que en nuestra aldea hubo un labrador aún más rico
                  que el padre de Grisóstomo, el cual se llamaba Guillermo, y al cual dio Dios, amén de las muchas y

                  grandes riquezas, una hija, de cuyo parto murió su madre, que fue la más honrada mujer que hubo

                  en todos estos contornos; no parece sino que ahora la veo con aquella cara, que del un cabo tenía el

                  sol y del otro la luna, y sobre todo hacendosa y amiga de los pobres, por lo que creo que debe de

                  estar su ánima a la hora de hora gozando de Dios en el otro mundo. De pesar de la muerte de tan
                  buena mujer murió su marido Guillermo, dejando a su hija Marcela muchacha y rica en poder de un

                  tío suyo, sacerdote, y beneficiado en nuestro lugar. Creció la niña con tanta belleza, que nos hacía

                  acordar de la de su madre, que la tuvo muy grande, y con todo esto se juzgaba que le había de pasar

                  la de la hija; y así fue, que cuando llegó a edad de catorce a quince años, nadie la miraba que no

                  bendecía a Dios, que tan hermosa la había criado, y los más quedaban enamorados y perdidos por

                  ella. Guardábala su tío con mucho recato y con mucho encerramiento, pero con todo esto, la fama de

                  su mucha hermosura se extendió de manera, que así por ella, como por sus muchas riquezas, no
                  solamente de los de nuestro pueblo, sino de los de muchas leguas a la redonda, y de los mejores de

                  ellos, era rogado, solicitado e importunado su tío se la diese por mujer. Mas él, que a las derechas es

                  buen cristiano, aunque quisiera casarla luego, así como la vía de edad, no quiso hacerlo sin su

                  consentimiento, sin tener ojo a la ganancia y granjería que le ofrecía el tener la hacienda de la moza,

                  dilatando su casamiento. Y a fe que se dijo esto en más de un corrillo en el pueblo en alabanza del

                  buen sacerdote. Que quiero que sepa, señor andante, que en estos lugares cortos de todo se trata y
                  de todo se murmura; y tened para vos, como yo tengo para mí, que debe de ser demasiadamente

                  bueno el clérigo que obliga a sus feligreses a que digan bien dél, especialmente en las aldeas. Así es

                  la verdad, dijo Don Quijote, y proseguid adelante, que el cuento es muy bueno, y vos, buen Pedro, le

                  contáis con mucha gracia. La del Señor no me falte, que es la que hace al caso. Y en lo demás,



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