Page 52 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
P. 52
nuestra primera madre, que ella sin ser forzada, ofrecía por todas partes de su fértil y espacioso seno
lo que pudiese hartar, sustentar y deleitar a los hijos que entonces la poseían. Entonces sí que
andaban las simples y hermosas zagalejas de valle en valle, y de otero en otero, en trenza y en
cabello, sin más vestidos de aquellos que eran menester para cubrir honestamente lo que la
honestidad quiere y ha querido siempre que se cubra; y no eran sus adornos de los que ahora se
usan, a quien la púrpura de Tiro y la por tantos modos martirizada seda encarecen, sino de algunas
hojas de verdes lampazos y hiedra entretejidas, con lo que quizá iban tan pomposas y compuestas,
como van ahora nuestras cortesanas con las raras y peregrinas invenciones que la curiosidad ociosa
les ha mostrado. Entonces se decoraban los conceptos amorosos del alma simple y sencillamente,
del mismo modo y manera que ella los concebía, sin buscar artificioso rodeo de palabras para
encarecerlos. No habían la fraude, el engaño ni la malicia mezcládose con la verdad y la llaneza. La
justicia se estaba en sus propios términos, sin que la osasen turbar ni ofender los del favor y los del
interés, que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen. La ley del encaje aún no se había
sentado en el entendimiento del juez, porque entonces no había qué juzgar ni quién fuese juzgado.
Las doncellas y la honestidad andaban, como tengo dicho, por donde quiera, solas y señoras, sin
temor que la ajena desenvoltura y lascivo intento las menoscabasen, y su perdición nacía de su gusto
y propia voluntad. Y ahora en estos nuestros detestables siglos no está segura ninguna, aunque la
oculte y cierre otro nuevo laberinto como el de Creta; porque allí por los resquicios o por el aire, con
el celo de la maldita solicitud, se les entra la amorosa pestilencia, y les hace dar con todo su
recogimiento al traste. Para cuya seguridad, andando más los tiempos y creciendo más la malicia, se
instituyó la orden de los caballeros andantes, para defender las doncellas, amparar las viudas y
socorrer a los huérfanos y a los menesterosos. De esta orden soy yo, hermanos cabreros, aquien
agradezco el agasajo y buen acogimiento que hacéis a mí y a mi escudero; que aunque por ley
natural están todos los que viven obligados a favorecer a los caballeros andantes, todavía por saber
que, sin saber vosotros esta obligación, me acogísteis y regalásteis, es razón que con la voluntad a mí
posible os agradezca la vuestra. Toda esta larga arenga (que se pudiera muy bien excusar) dijo
nuestro caballero, porque las bellotas que le dieron le trujeron a la memoria la edad dorada, y
Portal Educativo EducaCYL
http://www.educa.jcyl.es