Page 55 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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Capítulo 12: De lo que contó un cabrero a los que estaban con Don Quijote

                  Estando en esto llegó otro mozo de los que les traían de la aldea el bastimento, y dijo: ¿sabéis lo que

                  pasa en el lugar, compañeros? ¿cómo lo podemos saber? respondió uno de ellos. Pues sabed,

                  prosiguió el mozo, que murió esta mañana aquel famoso pastor estudiante llamado Grisóstomo, y se
                  murmura que ha muerto de amores de aquella endiablada moza de la aldea, la hija de Guillermo el

                  rico, aquella que se anda en hábito de pastora por esos andurriales. Por Marcela dirás, dijo uno. Por

                  esa digo, respondió el cabrero; y es lo bueno, que mandó en su testamento que le enterrasen en el

                  campo como si fuera moro, y que sea al pie de la peña donde está la fuente del alcornoque, porque

                  según es fama (y él dicen que lo dijo) aquel lugar es adonde él la vio la vez primera. Y también
                  mandó otras cosas tales, que los abades del pueblo dicen que no se han de cumplir ni es bien que se

                  cumplan, porque parecen de gentiles. A todo lo cual responde aquel gran su amigo Ambrosio el

                  estudiante, que también se vistió de pastor con él, que se ha de cumplir todo sin faltar nada como lo

                  dejó mandado Grisóstomo, y sobre esto anda el pueblo alborotado, mas a lo que se dice, en fin se

                  hará lo que Ambrosio y todos los pastores sus amigos quieren, y mañana le vienen a enterrar con

                  gran pompa adonde tengo dicho; y tengo para mí que ha de ser cosa muy de ver, a lo menos yo no

                  dejaré de ir a verla, si supiese no volver mañana al lugar. Todos haremos lo mismo, respondieron los
                  cabreros, y echaremos suertes a quien ha de quedar a guardar las cabras de todos. Bien dices Pedro,

                  dijo uno de ellos, aunque no será menester usar de esa diligencia, que yo me quedaré por todos; y no

                  lo atribuyas a virtud y a poca curiosidad mía, sino a que no me deja andar el garrancho que el otro

                  día me pasó este pie. Con todo esto, te lo agradecemos, respondió Pedro. Y Don Quijote rogó a

                  Pedro le dijese qué muerto era aquel y qué pastora aquella. A lo cual Pedro respondió, que lo que

                  sabía era que el muerto era un hijodalgo rico, vecino de un lugar que estaba en aquellas sierras, el
                  cual había sido estudiante muchos años en Salamanca, al cabo de los cuales había vuelto a su lugar

                  con opinión de muy sabio y muy leído. Principalmente decían que sabía la ciencia de las estrellas, y

                  de lo que pasaban allá en el cielo el sol y la luna, porque puntualmente nos decía el cris del sol y de

                  la luna. Eclipse se llama, amigo, que no cris, el escurecerse esos dos luminares mayores, dijo Don



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