Page 443 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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a caballero andante, el acometerla; y confirmóle más esta imaginación pensar que una imagen que
traían cubierta de luto fuese alguna principal señora que llevaban por fuerza aquellos follones y
descomedidos malandrines; y como esto le cayó en las mientes, con gran ligereza arremetió a
Rocinante, que paciendo andaba, quitándole del arzón el freno y el adarga, y en un punto le enfrenó;
y pidiendo a Sancho su espada, subió sobre Rocinante y embrazó su adarga, y dijo en alta voz a
todos los que presentes estaban:
-Agora, valerosa compañía, veredes cuánto importa que haya en el mundo caballeros que profesen
la orden de la andante caballería; agora digo que veredes, en la libertad de aquella buena señora que
allí va cautiva, si se han de estimar los caballeros andantes.
Y en diciendo esto, apretó los muslos a Rocinante, porque espuelas no las tenía, y a todo galope,
porque carrera tirada no se lee en toda esta verdadera historia que jamás la diese Rocinante, se fue a
encontrar con los diciplinantes, bien que fueron el cura y el canónigo y barbero a detenelle; mas no
les fue posible, ni menos le detuvieron las voces que Sancho le daba, diciendo:
-¿Adónde va, señor don Quijote? ¿Qué demonios lleva en el pecho, que le incitan a ir contra nuestra
fe católica? Advierta, mal haya yo, que aquella es procesión de diciplinantes, y que aquella señora
que llevan sobre la peana es la imagen benditísima de la Virgen sin mancilla; mire, señor, lo que
hace; que por esta vez se puede decir que no es lo que sabe.
Fatigóse en vano Sancho; porque su amo iba tan puesto en llegar a los ensabanados y en librar a la
señora enlutada, que no oyó palabra; y aunque la oyera, no volviera, si el rey se lo mandara. Llegó,
pues, a la procesión, y paró a Rocinante, que ya llevaba deseo de quietarse un poco, y con turbada y
ronca voz, dijo:
-Vosotros, que, quizá por no ser buenos, os encubrís los rostros, atended y escuchad lo que deciros
quiero.
Los primeros que se detuvieron fueron los que la imagen llevaban; y uno de los cuatro clérigos que
cantaban las ledanías, viendo la extraña catadura de don
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