Page 44 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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rodela, el otro de la almohada, y la mula del vizcaíno tan al vivo, que estaba mostrando ser de

                  alquiler a tiro de ballesta. Tenía a los pies el vizcaíno un título que decía: Don Sancho de Azpeitia

                  que sin duda debía de ser su nombre, y a los pies de Rocinante estaba otro, que decía: Don Quijote:

                  estaba Rocinante maravillosamente pintado, tan largo y tendido, tan atenuado y flaco, con tanto

                  espinazo, tan hético confirmado, que mostraba bien al descubierto con cuánta advertencia y
                  propiedad se le había puesto el nombre de Rocinante. Junto a él estaba Sancho Panza, que teía del

                  cabestro a su asno, a los pies del cual estaba otro rótulo, que decía: Sancho Zancas; y debía de ser

                  que tenía, a lo que mostraba la pintura, la barriga grande, el talle corto, y las zancas largas, y por

                  esto se le debió de poner nombre de Panza y Zancas, que con estos dos sobrenombres se le llama

                  algunas veces la historia. Otras algunas menudencias había que advertir; pero todas son de poca
                  importancia y que no hacen al caso a la verdadera relación de la historia, que ninguna es mala como

                  sea verdadera. Si a esta se le puede poner alguna objeción acerca de su verdad, no podrá ser otra

                  sino haber sido su autor arábigo, siendo muy propio de los de aquella nación ser mentirosos aunque

                  por ser tan nuestros enemigos, antes se puede entender haber quedado falto en ella que demasiado:

                  y así me parece a mí, pues cuando pudiera y debiera extender la pluma en las alabanzas de tan buen

                  caballero, parece que de industria las pasa en silencio; cosa mal hecha y peor pensada, habiendo y

                  debiendo ser los historiadores puntuales, verdaderos y no nada apasionados, y que ni el interés ni el
                  miedo, el rencor ni la afición, no les haga torcer del camino de la verdad, cuya madre es la historia,

                  émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente,

                  advertencia de lo porvenir. En esta sé que se hallará todo lo que se acertare a desear en la más

                  apacible; y si algo bueno en ella faltare, para mí tengo que fue por culpa del galgo de su autor, antes

                  que por falta del sujeto. En fin, su segunda parte siguiendo la traducción, continuaba de esta

                  manera: puestas y levantadas en alto las cortadoras espadas de los dos valerosos y enojados
                  combatientes, no parecía sino que estaban amenazando al cielo, a la tierra y al abismo: tal era el

                  denuedo y continente que tenían. Y el primero que fue a descargar el golpe fue el colérico vizcaíno,

                  el cual fue dado con tanta fuerza y tanta furia, que a no volvérsele la espada en el camino, aquel solo

                  golpe fuera bastante para dar fin a su rigurosa contienda, y a todas las aventuras de nuestro



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