Page 42 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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que a mi parecer faltaba de tan sabroso cuento. Parecióme cosa imposible y fuera de toda buena
costumbre, que a tan buen caballero le hubiese faltado algún sabio que tomara a cargo en escribir
sus nunca vistas hazañas; cosa que no faltó a ninguno de los caballeros andantes, de los que dicen
las gentes que van a sus aventuras: porque cada uno de ellos tenía uno o dos sabios como de molde,
que no solamente escribían sus hechos, sino que pintaban sus más mínimos pensamientos y
niñerías por más escondidas que fuesen; y no había de ser tan desdichado tan buen caballero, que le
faltase a él lo que sobró a Platir y a otros semejantes. Y así no podía inclinarme a creer que tan
gallarda historia hubiese quedado manca y estropeada, y echada la culpa a la malignidad del tiempo,
devorador y consumidor de todas las cosas, el cual o la tenía oculta o consumida. Por otra parte, me
parecía que pues entre sus libros se habían hallado tan modernos como Desengaño de celos, y
Ninfas y pastores de Henares, que tambíen su historia debía de ser moderna, y que ya que no
estuviese escrita, estaría en la memoria de la gente de su aldea y de las a ellas circunvecinas. Esta
imaginación me traía confuso y deseoso de saber real y verdaderamente toda la vida y milagros de
nuestro famoso español Don Quijote de la Mancha, luz y espejo de la caballería manchega, y el
primero que en nuestra edad y en estos tan calamitosos tiempos se puso al trabajo y ejercicio de las
andantes armas, y el de desfacer agravios, socorrer viudas, amparar doncellas, de aquellas que
andaban con sus azotes y palafrenes, y con toda su virginidad a cuestas, de monte en monte y de
valle en valle; que si no era que algún follón, o algún villano de hacha y capellina, o algún
descomunal gigante las forzaba, doncella hubo en los pasados tiempos que al cabo de ochenta años,
que en todos ellos no durmió un día debajo de tejado, se fue tan entera a la sepultura como la madre
que la había parido. Digo, pues, que por estos y otros muchos respetos es digno nuestro gallardo
Don Quijote de continuas y memorables alabanzas, y aun a mí no se me deben negar, por el trabajo
y diligencia que puse en buscar el fin de esta agradable historia; aunque bien sé que si el cielo, el
caso y la fortuna no me ayudaran, el mundo quedara falto y sin el pasatiempo y gusto, que bien casi
dos horas podrá tener el que con atención la leyere. Pasó, pues, el hallarla en esta manera: estando
yo un día en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un
sedero; y como soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado de esta mi
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