Page 435 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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-Eso creo yo muy bien -dijo el cura-; que ya yo sé de experiencia que los montes crían letrados, y las

                  cabañas de los pastores encierran filósofos.

                  -A lo menos, señor -replicó el cabrero-, acogen hombres escarmentados; y para que creáis esta

                  verdad y la toquéis con la mano, aunque parezca que sin ser rogado me convido, si no os enfadáis

                  dello y queréis, señores, un breve espacio prestarme oído atento, os contaré una verdad que acredite

                  lo que ese señor -señalando al cura- ha dicho, y la mía.

                  A esto respondió don Quijote:


                  -Por ver que tiene este caso un no sé qué de sombra de aventura de caballería, yo, por mi parte, os

                  oiré, hermano, de muy buena gana, y así lo harán todos estos señores, por lo mucho que tienen de

                  discretos y de ser amigos de curiosas novedades que suspendan, alegren y entretengan los sentidos,
                  como, sin duda,




                  pienso que lo ha de hacer vuestro cuento. Comenzad, pues, amigo; que todos escucharemos.


                  -Saco la mía -dijo Sancho-; que yo a aquel arroyo me voy con esta empanada, donde pienso

                  hartarme por tres días; porque he oído decir a mi señor don Quijote que el escudero de caballero
                  andante ha de comer cuando se le ofreciere, hasta no poder más, a causa que se les suele ofrecer

                  entrar acaso por una selva tan intricada, que no aciertan a salir della en seis días; y si el hombre no

                  va harto, o bien proveídas las alforjas, allí se podrá quedar, como muchas veces se queda, hecho

                  carnemomia.

                  -Tú estás en lo cierto, Sancho -dijo don Quijote-; vete adonde quisieres, y come lo que pudieres; que

                  yo ya estoy satisfecho, y sólo me falta dar al alma su refacción, como se la daré escuchando el cuento

                  deste buen hombre.


                  -Así las daremos todos a las nuestras –dijo el canónigo.

                  Y luego rogó al cabrero que diese principio a lo que prometido había. El cabrero dio dos palmadas

                  sobre el lomo a la cabra, que por los cuernos tenía, diciéndole:



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