Page 432 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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después de la comida acabada y las mesas alzadas, quedarse el caballero recostado sobre la silla, y
quizá mondándose los dientes, como es costumbre, entrar a deshora por la puerta de la sala otra
mucho más hermosa doncella que ninguna de las primeras, y sentarse al lado del caballero, y
comenzar a darle cuenta de qué castillo es aquél, y de cómo ella está encantada en él, con otras cosas
que suspenden al caballero y admiran a los leyentes que van leyendo su historia? No quiero
alargarme más en esto, pues dello se puede colegir que cualquiera parte que se lea de cualquiera
historia de caballero andante ha de causar gusto y maravilla a cualquiera que la leyere. Y vuestra
merced créame, y como otra vez le he dicho, lea estos libros, y verá cómo le destierran la melancolía
que tuviere, y le mejoran la condición, si acaso la tiene mala. De mí sé decir que después que soy
caballero andante soy valiente, comedido, liberal, biencriado, generoso, cortés, atrevido, blando,
paciente, sufridor de trabajos, de prisiones, de encantos; y aunque ha tan poco que me vi encerrado
en una jaula como loco, pienso, por el valor de mi brazo, favoreciéndome el cielo, y no me siendo
contraria la fortuna, en pocos días yerme rey de algún reino, adonde pueda mostrar el
agradecimiento y liberalidad que mi pecho encierra; que mía fe, señor, el pobre está inhabilitado de
poder mostrar la virtud de liberalidad con ninguno, aunque en sumo grado la posea; y el
agradecimiento que sólo consiste en el deseo es cosa muerta, como es muerta la fe sin obras. Por
esto querría que la fortuna me ofreciese presto alguna ocasión donde me hiciese emperador, por
mostrar mi pecho haciendo bien a mis amigos, especialmente a este pobre de Sancho Panza, mi
escudero, que es el mejor hombre del mundo, y querría darle un condado que le tengo muchos días
ha prometido; sino que temo que no ha de tener habilidad para gobernar su estado.
Casi estas últimas palabras oyó Sancho a su amo. a quien dijo:
-Trabaje vuestra merced, señor don Quijote, en darme ese condado tan prometido de vuestra
merced como de mi esperado; que yo le prometo que no me falte a mí habilidad para gobernarle; y
cuando me faltare, yo he oído decir que hay hombres en el mundo que toman en arrendamiento los
estados de los señores, y les dan un tanto cada año, y ellos se tienen cuidado del gobierno, y el señor
se está a pierna tendida, gozando de la renta que le dan, sin curarse de otra cosa; y así haré yo, y no
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