Page 429 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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justas de Suero de Quiñones, del Paso; las empresas de mosén Luis de Falces contra don Gonzalo de

                  Guzmán, caballero castellano, con otras muchas hazañas hechas por caballeros cristianos, déstos y

                  de los reinos extranjeros, tan auténticas y verdaderas, que torno a decir que el que las negase

                  carecería de toda razón y buen discurso.

                  Admirado quedó el canónigo de oír la mezcla que don Quijote hacía de verdades y mentiras, y de ver

                  la noticia que tenía de todas aquellas cosas tocantes y concernientes a los hechos de su andante

                  caballería, y así le respondió:

                  -No puedo yo negar, señor don Quijote, que no sea verdad algo de lo que vuestra merced ha dicho,

                  especialmente en lo que toca a los caballeros andantes españoles; y asimesmo quiero conceder que

                  hubo doce Pares de Francia; pero no quiero creer que hicieron todas aquellas cosas que el arzobispo

                  Turpín dellos escribe; porque la verdad dello es que fueron caballeros escogidos por los reyes de

                  Francia, a quien llamaron pares por ser todos iguales en valor, en calidad y en valentía; a lo menos,
                  si no lo eran, era razón que lo fuesen, y era como una religión de las que ahora se usan de Santiago o

                  de Calatrava, que se presupone que los que la profesan han de ser, o deben ser, caballeros valerosos,

                  valientes y bien nacidos; y como ahora dicen caballero de San Juan, o de Alcántara, decían en aquel

                  tiempo caballero de los doce Pares, porque fueron doce iguales los que para esta religión militar se

                  escogieron. En lo de que hubo Cid no hay duda, ni menos Bernardo del Carpio; pero de que hicieron

                  las hazañas que dicen, creo que la hay muy grande. En lo otro de la clavija que vuestra merced dice
                  del Conde Pierres, y que está junto a la silla de Babieca en la armería de los Reyes, confieso mi

                  pecado; que soy tan ignorante, o tan corto de vista, que, aunque he visto la silla, no he echado de ver

                  la clavija, y más siendo tan grande como vuestra merced ha dicho.


                  -Pues allí está, sin duda alguna –replicó don Quijote-; y, por más señas, dicen que está metida en
                  una funda de vaqueta, porque no se tome de moho.


                  -Todo puede ser -respondió el canónigo-; pero por las órdenes que recebí que no me acuerdo

                  haberla visto. Mas puesto que conceda que está allí, no por eso me obligo a creer las historias de

                  tantos Amadises, ni las de tanta turbamulta de caballeros como por ahí nos cuentan, ni es razón que
                  un hombre como vuestra merced, tan honrado y de tan buenas partes, y dotado de tan buen

                                             Portal Educativo EducaCYL
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