Page 425 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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-Yo le fío de la fuga -respondió Sancho.


                  -Y yo y todo -dijo el canónigo-, y más si él me da la palabra como caballero de no apartarse de
                  nosotros hasta que sea nuestra voluntad.


                  -Si doy -respondió don Quijote, que todo lo estaba escuchando-; cuanto más que el que está

                  encantado, como yo, no tiene libertad para hacer de su persona lo que quisiere, porque el que le

                  encantó le puede hacer que no se mueva de un lugar en tres siglos; y si hubiere huido, le hará volver
                  en volandas. -Y que, pues esto era así, bien podían soltalle, y más siendo tan en provecho de todos; y

                  del no soltalle les protestaba que no podía dejar de fatigalles el olfato, si de allí no se desviaban.


                  Tomóle la mano el canónigo, aunque las tenía atadas, y debajo de su buena fe y palabra, le

                  desenjaularon, de que él se alegró infinito y en grande manera de verse fuera de la jaula; y lo
                  primero que hizo fue estirarse todo el cuerpo, y luego se fue donde estaba Rocinante y dándole dos

                  palmadas en las ancas, dijo:




                  -Aún espero en Dios y en su bendita Madre, flor y espejo de los caballos, que presto nos hemos de

                  ver los dos cual deseamos; tú, con tu señor a cuestas; y yo, encima de ti, ejercitando el oficio para

                  que Dios me echó al mundo.

                  Y diciendo esto don Quijote, se apartó con Sancho en remota parte, de donde vino más aliviado, y

                  con más deseos de poner en obra lo que su escudero ordenase.


                  Mirábalo el canónigo, y admirábase de ver la extrañeza de su grande locura, y de que en cuanto
                  hablaba y respondía mostraba tener bonísimo entendimiento; solamente venia a perder los estribos,

                  como otras veces se ha dicho, en tratándole de caballería. Y así, movido de compasión, después de

                  haberse sentado todos en la verde yerba para esperar el repuesto del canónigo, le dijo:


                  -¿Es posible, señor hidalgo, que haya podido tanto con vuestra merced la amarga y ociosa letura de
                  los libros de caballerías, que le hayan vuelto el juicio de modo que venga a creer que va encantado,

                  con otras cosas deste jaez, tan lejos de ser verdaderas como lo está la mesma mentira de la verdad?

                  Y ¿cómo es posible que haya entendimiento humano que se dé a entender que ha habido en el

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