Page 421 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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A lo cual respondió don Quijote:
-Añadió también vuestra merced, diciendo que me habían hecho mucho daño tales libros, pues me
habían vuelto el juicio y puéstome en una jaula, y que me sería mejor hacer la enmienda y mudar de
letura, leyendo otros más verdaderos y que mejor deleitan y enseñan.
-Así es -dijo el canónigo.
-Pues yo -replicó don Quijote- hallo por mi cuenta que el sin juicio y el encantado es vuestra merced,
pues se ha puesto a decir tantas blasfemias contra una cosa tan recebida en el mundo, y tenida por
tan verdadera, que el que la negase, como vuestra merced la niega, merecía la mesma pena que
vuestra merced dice que da a los libros cuando los lee y le enfadan. Porque querer dar a entender a
nadie que Amadís no fue en el mundo, ni todos los otros caballeros aventureros de que están
colmadas las historias, será querer persuadir que el sol no alumbra, ni el yelo enfría, ni la tierra
sustenta; porque ¿qué ingenio puede haber en el mundo que pueda persuadir a otro que no fue
verdad lo de la infanta Floripes y Guy de Borgoña, y lo de Fierabrás con la puente de Mantible, que
sucedió en el tiempo de Carlo Magno, que voto a tal que es tanta verdad como es ahora de día? Y si
es mentira, también lo debe de ser que no hubo Héctor, ni Aquiles, ni la guerra de Troya, ni los doce
Pares de Francia, ni el rey Artús de Ingalaterra, que anda hasta ahora convertido en cuervo, y le
esperan en su reino por momentos. Y también se atreverán a decir que es mentirosa la historia de
Guarno Mezquino, y la de la demanda del Santo Grial, y que son apócrifos los amores de don Tristán
y la reina Iseo, como los de Ginebra y Lanzarote, habiendo personas que casi se acuerdan de haber
visto a la dueña Quintañona, que fue la mejor escanciadora de vino que tuvo la Gran Bretaña. Y es
esto tan ansí, que me acuerdo yo que me decía una mi agüela de partes de mi padre, cuando veía
alguna dueña con tocas reverendas. «Aquella, nieto, se parece a la dueña Quintañona.» De donde
arguyo yo que la debió de conocer ella, o, por lo menos, debió de alcanzar a ver algún retrato suyo.
Pues ¿quién podrá negar no ser verdadera la historia de Pierres y la linda Magalona, pues aun hasta
hoy día se vee en la armería de los Reyes la clavija con que volvía al caballo de madera sobre quien
iba el valiente Pierres por los aires, que es un poco mayor que un timón de carreta? Y junto a la
clavija está la silla de Babieca, y en Roncesvalles está el cuerno de Roldán, tamaño como una grande
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