Page 419 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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-Aún espero en Dios y en su bendita Madre, flor y espejo de los caballos, que presto nos hemos de
                  ver los dos cual deseamos; tú, con tu señor a cuestas; y yo, encima de ti, ejercitando el oficio para

                  que Dios me echó al mundo.


                  Y diciendo esto don Quijote, se apartó con Sancho en remota parte, de donde vino más aliviado, y

                  con más deseos de poner en obra lo que su escudero ordenase.

                  Mirábalo el canónigo, y admirábase de ver la extrañeza de su grande locura, y de que en cuanto

                  hablaba y respondía mostraba tener bonísimo entendimiento; solamente venia a perder los estribos,

                  como otras veces se ha dicho, en tratándole de caballería. Y así, movido de compasión, después de

                  haberse sentado todos en la verde yerba para esperar el repuesto del canónigo, le dijo:

                  -¿Es posible, señor hidalgo, que haya podido tanto con vuestra merced la amarga y ociosa letura de

                  los libros de caballerías, que le hayan vuelto el juicio de modo que venga a creer que va encantado,

                  con otras cosas deste jaez, tan lejos de ser verdaderas como lo está la mesma mentira de la verdad?

                  Y ¿cómo es posible que haya entendimiento humano que se dé a entender que ha habido en el
                  mundo aquella infinidad de Amadises, y aquella turbamulta de tanto famoso caballero, tanto

                  emperador de Trapisonda, tanto Felixmarte de Hircania, tanto palafrén, tanta doncella andante,

                  tantas sierpes, tantos endriagos, tantos gigantes, tantas inauditas aventuras, tanto género de

                  encantamentos, tantas batallas, tantos desaforados encuentros, tanta bizarría de trajes, tantas

                  princesas enamoradas, tantos escuderos condes, tantos enanos graciosos, tanto billete, tanto

                  requiebro, tantas mujeres valientes, y, finalmente, tantos y tan disparatados casos como los libros
                  de caballerías contienen? De mí sé decir que cuando los leo, en tanto que no pongo la imaginación

                  en pensar que son todos mentira y liviandad, me dan algún contento; pero cuando caigo en la

                  cuenta de lo que son, doy con el mejor dellos en la pared, y aun diera con él en el fuego, si cerca o

                  presente le tuviera, bien como a merecedores de tal pena, por ser falsos y embusteros, y fuera del

                  trato que pide la común naturaleza, y como a inventores de nuevas sectas y de nuevo modo de vida,

                  y como a quien da ocasión que el vulgo ignorante venga a creer y a tener por verdaderas tantas
                  necedades como contienen. Y aun tienen tanto atrevimiento, que se atreven a turbar los ingenios de

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