Page 418 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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prometo, a la ley de buen y leal escudero, de encerrarme juntamente con vuestra merced, sí acaso

                  fuere vuestra merced tan desdichado, o yo tan simple, que no acierte a salir con lo que digo.

                  -Yo soy contento de hacer lo que dices, Sancho hermano -replicó don Quijote-; y cuando tú veas

                  coyuntura de poner en obra mi libertad, yo te obedeceré en todo y por todo; pero tú, Sancho, verás

                  cómo te engañas en el conocimiento de mi desgracia.


                  En estas pláticas se entretuvieron el caballero andante y el mal andante escudero, hasta que llegaron
                  donde, ya apeados, los aguardaban el cura, el canónigo y el barbero. Desunció luego los bueyes de la

                  carreta el boyero, y dejólos andar a sus anchuras por aquel verde y apacible sitio, cuya frescura

                  convidaba a quererla gozar, no a las personas tan encantadas como don Quijote, sino a los tan

                  advertidos y discretos como su escudero; el cual rogó al cura que permitiese que su señor saliese por

                  un rato de la jaula, porque si no lo dejaban salir, no iría tan limpia aquella prisión como requería la

                  decencia de un tal caballero como su amo. Entendióle el cura, y dijo que de muy buena gana haría lo
                  que le pedía, si no temiera que en viéndose su señor en libertad había de hacer de las suyas, y irse

                  donde jamás gentes le viesen.


                  -Yo le fío de la fuga -respondió Sancho.

                  -Y yo y todo -dijo el canónigo-, y más si él me da la palabra como caballero de no apartarse de

                  nosotros hasta que sea nuestra voluntad.


                  -Si doy -respondió don Quijote, que todo lo estaba escuchando-; cuanto más que el que está
                  encantado, como yo, no tiene libertad para hacer de su persona lo que quisiere, porque el que le

                  encantó le puede hacer que no se mueva de un lugar en tres siglos; y si hubiere huido, le hará volver

                  en volandas. -Y que, pues esto era así, bien podían soltalle, y más siendo tan en provecho de todos; y

                  del no soltalle les protestaba que no podía dejar de fatigalles el olfato, si de allí no se desviaban.

                  Tomóle la mano el canónigo, aunque las tenía atadas, y debajo de su buena fe y palabra, le

                  desenjaularon, de que él se alegró infinito y en grande manera de verse fuera de la jaula; y lo

                  primero que hizo fue estirarse todo el cuerpo, y luego se fue donde estaba Rocinante y dándole dos

                  palmadas en las ancas, dijo:


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