Page 38 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
P. 38

Tornaron a su comenzado camino del puerto Lápice, y a hora de las tres del día le descubrieron.

                  Aquí, dijo en viéndole Don Quijote, podemos, hermano Sancho Panza, meter las manos hasta los

                  codos en esto que llaman aventuras, mas advierte que, aunque me veas en los mayores peligros del

                  mundo, no has de poner mano a tu espada para defenderme, si ya no vieres que los que me ofenden

                  es canalla y gente baja, que en tal caso bien puedes ayudarme; pero si fueren caballeros, en ninguna
                  manera te es lícito ni concedido por las leyes de caballería que me ayudes, hasta que seas armado

                  caballero. Por cierto, señor, respondió Sancho, que vuestra merced será muy bien obedecido en esto,

                  y más que yo de mío me soy pacífico y enemigo de meterme en ruidos y pendencias; bien es verdad

                  que en lo que tocare a defender mi persona no tendré mucha cuenta con esas leyes, pues las divinas

                  y humanas permiten que cada uno se defienda de quien quisiere agraviarle. No digo yo menos,
                  respondió Don Quijote; pero en esto de ayudarme contra caballeros, has de tener a raya tus

                  naturales ímpetus. Digo que sí lo haré, respondió Sancho, y que guardaré ese precepto tan bien

                  como el día del domingo. Estando en estas razones, asomaron por el camino dos frailes de la orden

                  de San Benito, caballeros sobre dos dromedarios, que no eran más pequeñas dos mulas en que

                  venían. Traían sus anteojos de camino y sus quitasoles. Detrás de ellos venía un coche con cuatro o

                  cinco de a caballo que les acompañaban, y dos mozos de mulas a pie. Venía en el coche, como

                  después se supo, una señora vizcaína que ia a Sevilla, donde estaba su marido que pasaba a las
                  Indias con muy honroso cargo. No venían los frailes con ella, aunque iban el mismo camino; mas

                  apenas los divisó Don Quijote, cuando dijo a su escudero: o yo me engaño, o esta ha de ser la más

                  famosa aventura que se haya visto, porque aquellos bultos negros que allí parecen, deben ser, y son

                  sin duda, algunos encantadores que llevan



                  hurtada alguna princesa en aquel coche, y es menester deshacer este tuerto a todo mi poderío. Peor
                  será esto que los molinos de viento, dijo Sancho. Mire señor, que aquellos son frailes de San Benito,

                  y el coche debe de ser de alguna gente pasajera: mire que digo que mire bien lo que hace, no sea el

                  diablo que le engañe. Ya te he dicho, Sancho, respondió Don Quijote, que sabes poco de achaques de

                  aventuras: lo que yo digo es verdad, y ahora lo verás. Y diciendo esto se adelantó, y se puso en la



                                             Portal Educativo EducaCYL
                                              http://www.educa.jcyl.es
   33   34   35   36   37   38   39   40   41   42   43