Page 37 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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la verdad, respondió Don Quijote; y si no me quejo del dolor, es porque no es dado a los caballeros
andantes quejarse de herida alguna, aunque se le salgan las tripas por ella. Si eso es así, no tengo yo
que replicar, respondió Sancho; pero sabe Dios si yo me holgara que vuestra merced se quejara
cuando alguna cosa le doliera. De mí sé decir, que me he de quejar del más pequeño dolor que
tenga, si ya no se entiende también con los escuderos de los caballeros andantes eso del no quejarse.
No se dejó de reír Don Quijote de la simplicidad de su escudero; y así le declaró que podía muy bien
quejarse, como y cuando quisiese, sin gana o con ella, que hasta entonces no había leído cosa en
contrario en la orden de caballería. Díjole Sancho que mirase que era hora de comer. Respondióle su
amo que por entonces no le hacía menester; que comiese él cuando se le antojase. Con esta licencia
se acomodó Sancho lo mejor que pudo sobre su jumento, y sacando de las alforjas lo que en ellas
había puesto, iba caminando y comiendo detrás de su amo muy despacio, y de cuando en cuando
empinaba la bota con tanto gusto, que le pudiera envidiar el más regalado bodegonero de Málaga. Y
en tanto que él iba de aquella manera menudeando tragos, no se le acordaba de ninguna promesa
que su amo le hubiese hecho, ni tenía por ningún trabajo, sino por mucho descanso, andar buscando
las aventuras por peligrosas que fuesen. En resolución, aquella noche la pasaron entre unos árboles,
y del uno de ellos desgajó Don Quijote un ramo seco, que casi le podía servir de lanza, y puso en él el
hierro que quitó de la que se le había quebrado. Toda aquella noche no durmió Don Quijote,
pensando en su señora Dulcinea, por acomodarse a lo que había leído en sus libros, cuando los
caballeros pasaban sin dormir muchas noches en las florestas y despoblados, entretenidos en las
memorias de sus señoras. No la pasó así Sancho Panza, que como tenía el estómago lleno, y no de
agua de chicoria, de un sueño se la llevó toda, y no fueran parte para despertarle, si su amo no le
llamara, los rayos del sol que le daban en el rostro, ni el canto de las aves, que muchas y muy
regocijadamente la venida del nuevo día saludaban. Al levantarse dio un tiento a la bota, y hallóla
algo más flaca que la noche antes, y afligiósele el corazón por parecerle que no llevaban camino de
remediar tan presto su falta. No quiso desayunarse Don Quijote porque como está dicho, dio en
sustentarse de sabrosas memorias.
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