Page 401 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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Capítulo 47: Del extraño modo con que fue encantado don Quijote de la Mancha, con otros famosos

                  sucesos

                  Cuando don Quijote se vio de aquella manera enjaulado y encima del carro, dijo:


                  -Muchas y muy graves historias he yo leído de caballeros andantes; pero jamás he leído, ni visto, ni

                  oído, que a los caballeros encantados los lleven desta manera, y con el espacio que prometen estos

                  perezosos y tardíos animales; porque siempre los suelen llevar por los aires, con extraña ligereza,
                  encerrados en alguna parda y escura nube, o en algún carro de fuego, o ya sobre algún hipogrifo o

                  otra bestia semejante; pero que me lleven a mi agora sobre un carro de bueyes, ¡vive Dios que me

                  pone en confusión! Pero quizá la caballería y los encantos destos nuestros tiempos deben de seguir

                  otro camino que siguieron los antiguos. Y también podría ser que, como yo soy nuevo caballero en el

                  mundo, y el primero que ha resucitado el ya olvidado ejercicio de la caballería aventurera, también

                  nuevamente se hayan




                  inventado otros géneros de encantamentos, y otros modos de llevar a los encantados. ¿Qué te parece
                  desto, Sancho hijo?


                  -No sé yo lo que me parece –respondió Sancho-, por no ser tan leído como vuestra merced en las

                  escrituras andantes; pero, con todo eso, osaría afirmar y jurar que estas visiones que por aquí

                  andan, que no son del todo católicas.

                  -¿Católicas? ¡Mi padre! -respondió don Quijote-. ¿Cómo han de ser católicas, si son todos demonios,

                  que han tomado cuerpos fantásticos para venir a hacer esto y a ponerme en este estado? Y si quieres

                  ver esta verdad, tócalos y pálpalos, y verás como no tienen cuerpo sino de aire, y cómo no consiste

                  más de en la apariencia.

                  -Par Dios, señor -replicó Sancho-, ya yo los he tocado; y este diablo que aquí anda tan solícito es

                  rollizo de carnes, y tiene otra propiedad muy diferente de la que yo he oído decir que tienen los

                  demonios; porque, según se dice, todos huelen a piedra azufre y a otros malos olores; pero éste

                  huele a ámbar de media legua.

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