Page 400 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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verás por la obra; y sigue las pisadas del valeroso y encantado caballero; que conviene que vayas

                  donde paréis entrambos. Y porque no me es lícito decir otra cosa, a Dios quedad; que yo me vuelvo

                  adonde yo me sé.




                  Y al acabar de la profecía, alzó la voz de punto, y disminuyóla después, con tan tierno acento, que

                  aun los sabidores de la burla estuvieron por creer que era verdad lo que oían.

                  Quedó don Quijote consolado con la escuchada profecía, porque luego coligió de todo en todo la

                  significación de ella, y vio que le prometían el verse ayuntado en santo y debido matrimonio con su

                  querida Dulcinea del Toboso, de cuyo felice vientre saldrían los cachorros, que eran sus hijos, para

                  gloria perpetua de la Mancha; y creyendo esto bien y firmemente, alzó la voz, y dando un gran
                  suspiro, dijo:


                  -¡Oh tú, quienquiera que seas, que tanto bien me has pronosticado! Ruégote que pidas de mi parte

                  al sabio encantador que mis cosas tiene a cargo, que no me deje perecer en esta prisión donde agora

                  me llevan, hasta ver cumplidas tan alegres e incomparables promesas como son las que aquí se me
                  han hecho; que como esto sea, tendré por gloria las penas de mi cárcel, y por alivio estas cadenas

                  que me ciñen, y no por duro campo de batalla este lecho en que me acuestan, sino por cama blanda

                  y tálamo dichoso. Y en lo que toca a la consolación de Sancho Panza mi escudero, yo confío de su

                  bondad y buen proceder que no me dejará, en buena ni en mala suerte; porque cuando no suceda,

                  por la suya o por mi corta ventura, el poderle yo dar la ínsula, o otra cosa equivalente, que le tengo

                  prometida, por lo menos su salario no podrá perderse, que en mi testamento, que ya está hecho,
                  dejo declarado lo que se le ha de dar, no conforme a sus muchos y buenos servicios, sino a la

                  posibilidad mía.


                  Sancho Panza se le inclinó con mucho comedimiento, y le besó entrambas las manos, porque la una
                  no pudiera, por estar atadas entrambas.


                  Luego tomaron la jaula en hombros aquellas visiones, y la acomodaron en el carro de los bueyes.





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