Page 397 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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-¡Oh bellaco villano, mal mirado, descompuesto, ignorante, infacundo, deslenguado, atrevido,

                  murmurador y maldiciente! ¿Tales palabras has osado decir en mi presencia y en la destas ínclitas

                  señoras, y tales deshonestidades y atrevimientos osaste poner en tu confusa imaginación? ¡Vete de

                  mi presencia, monstruo de naturaleza, depositario de mentiras, almario de embustes, silo de

                  bellaquerías, inventor de maldades, publicador de sandeces, enemigo del decoro que se debe a las
                  reales personas! ¡Vete, no parezcas delante de mi, so pena de mi ira!


                  Y diciendo esto, enarcó las cejas, hinchó los carrillos, miró a todas partes, y dio con el pie derecho

                  una gran patada en el suelo, señales todas de la ira que encerraba en sus entrañas. A cuyas palabras
                  y furibundos ademanes quedó Sancho tan encogido y medroso, que se holgará que en aquel instante

                  se abriera debajo de sus pies la tierra y le tragara, y no supo qué hacerse, sino volver las espaldas y

                  quitarse de la enojada presencia de su señor. Pero la discreta Dorotea, que tan entendido tenía ya el

                  humor de don Quijote, dijo, para templarle la ira:

                  -No os despechéis, señor Caballero de la Triste Figura, de las sandeces que vuestro buen escudero

                  ha dicho, porque quizá no las debe de decir sin ocasión, ni de su buen entendimiento y cristiana

                  conciencia se puede sospechar que levante testimonio a nadie; y así, se ha de creer, sin poner duda

                  en ello, que, como en este castillo, según vos, señor caballero, decís, todas las cosas van y suceden

                  por modo de encantamento, podría ser, digo, que Sancho hubiese visto por esta diabólica vía lo que

                  él dice que vio, tan en ofensa de mi honestidad.

                  -Por el omnipotente Dios juro -dijo a esta sazón don Quijote- que la vuestra grandeza ha dado en el

                  punto, y que alguna mala visión se le puso delante a este pecador de Sancho, que le hizo ver lo que

                  fuera imposible verse de otro modo que por el de encantos no fuera; que se yo bien de la bondad e

                  inocencia deste desdichado, que no sabe levantar testimonios a nadie.

                  -Ansí es y ansí será -dijo don Fernando-; por lo cual debe vuestra merced, señor don Quijote,

                  perdonalle y reducille al gremio de su gracia, sicut erat in principio, antes que las tales visiones le

                  sacasen de juicio.






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