Page 398 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
P. 398
Don Quijote respondió que él le perdonaba, y el cura fue por Sancho, el cual vino muy humilde, y,
hincándose de rodillas, pidió la mano a su amo, y él se la dio, y después de habérsela dejado besar, le
echó la bendición, diciendo:
-Agora acabarás de conocer, Sancho hijo, ser verdad lo que yo otras muchas veces te he dicho de que
todas las cosas deste castillo son hechas por vía de encantamento.
-Así lo creo yo -dijo Sancho-, excepto aquello de la manta, que realmente sucedió por vía ordinaria.
-No lo creas -respondió don Quijote-; que si así fuera, yo te vengara entonces, y aun agora; pero ni
entonces ni agora pude, ni vi en quién tomar venganza de tu agravio.
Desearon saber todos qué era aquello de la manta, y el ventero les contó punto por punto la
volatería de Sancho Panza, de que no poco se rieron todos, y de que no
menos se corriera Sancho, si de nuevo no le asegurara su amo que era encantamento; puesto que
jamás llegó la sandez de Sancho a tanto, que creyese no ser verdad pura y averiguada, sin mezcla de
engaño alguno, lo de haber sido manteado por personas de carne y hueso, y no por fantasmas
soñadas ni imaginadas, como su señor lo creía y lo afirmaba.
Dos días eran ya pasados los que había que toda aquella ilustre compañía estaba en la venta; y
pareciéndoles que ya era tiempo de partirse, dieron orden para que, sin ponerse al trabajo de volver
Dorotea y don Fernando con don Quijote a su aldea, con la invención de la libertad de la reina
Micomicona, pudiesen el cura y el barbero llevársele, como deseaban, y procurar la cura de su
locura en su tierra. Y lo que ordenaron fue que se concertaron con un carretero de bueyes que acaso
acertó a pasar por allí, para que lo llevase, en esta forma: hicieron una como jaula, de palos
enrejados, capaz que pudiese en ella caber holgadamente don Quijote, y luego don Fernando y sus
camaradas, con los criados de don Luis y los cuadrilleros, juntamente con el ventero, todos, por
orden y parecer del cura, se cubrieron los rostros y se disfrazaron, quién de una manera y quién de
otra, de modo que a don Quijote le pareciese ser otra gente de la que en aquel castillo había visto.
Portal Educativo EducaCYL
http://www.educa.jcyl.es