Page 395 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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ponga en defensa. Todo esto digo, alta y preciosa señora, porque me parece que la estada nuestra en
este castillo ya es sin provecho, y podría sernos de tanto daño, que lo echásemos de ver algún día;
porque ¿quién sabe si por ocultas espías y diligentes habrá sabido ya vuestro enemigo el gigante de
que yo voy a destruille, y, dándole lugar el tiempo, se fortificase en algún inexpugnable castillo o
fortaleza contra quien valiesen poco mis diligencias y la fuerza de mi incansable brazo? Así que,
señora mía, prevengamos, como tengo dicho, con nuestra diligencia sus designios, y partámonos
luego a la buena ventura; que no está más de tenerla vuestra grandeza, como desea, de cuanto yo
tarde de yerme con vuestro contrario.
Calló y no dijo más don Quijote, y esperó con mucho sosiego la respuesta de la fermosa infanta; la
cual, con ademán señoril y acomodado al estilo de don Quijote, le respondió desta manera:
-Yo os agradezco, señor caballero, el deseo que mostráis tener de favorecerme en mi gran cuita, bien
así como caballero a quien es anejo y concerniente favorecer los huérfanos y menesterosos; y quiera
el cielo que el vuestro y mi deseo se cumplan, para que veáis que hay agradecidas mujeres en el
mundo. Y en lo de mi partida, sea luego; que yo no tengo más voluntad que la vuestra: disponed vos
de mí a toda vuestra guisa y talante; que la que una vez os entregó la defensa de su persona y puso
en vuestras manos la restauración de sus señoríos no ha de querer ir contra lo que la vuestra
prudencia ordenare.
-A la mano de Dios -dijo don Quijote-; pues así es que una señora se me humilla, no quiero yo
perder la ocasión de levantalla y ponella en su heredado trono. La partida sea luego, porque me va
poniendo espuelas al deseo y al camino lo que suele decirse que en la tardanza está el peligro. Y pues
no ha criado el cielo, ni visto el infierno, ninguno que me espante ni acobarde, ensilla, Sancho, a
Rocinante, y apareja tu jumento y el palafrén de la reina, y despidámonos del castellano y destos
señores, y vamos de aquí luego al punto.
Sancho, que a todo estaba presente, dijo, meneando la cabeza a una parte y a otra:
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