Page 393 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
P. 393

caballero andante pagó pecho, alcabala, chapín de la reina, moneda forera, portazgo ni barca? ¿Qué

                  sastre le llevó hechura de vestido que le hiciese? ¿Qué castellano le acogió en su castillo que le

                  hiciese pagar el escote? ¿Qué rey no le asentó a su mesa? ¿Qué doncella no se le aficionó y se le

                  entregó rendida, a todo su talante y voluntad? Y, finalmente, ¿qué caballero andante ha habido, hay

                  ni habrá en el mundo, que no tenga bríos para dar él solo cuatrocientos palos a cuatrocientos
                  cuadrilleros que se le pongan delante?


                  Capítulo 46: De la notable aventura de los cuadrilleros, y la gran ferocidad de nuestro buen

                  caballero don Quijote

                  En tanto que don Quijote esto decía, estaba persuadiendo el cura a los cuadrilleros cómo don

                  Quijote era falto de juicio, como lo veían por sus obras y por sus palabras, y no tenían para qué

                  llevar aquel negocio adelante, pues aunque le prendiesen y llevasen, luego le habían de dejar por

                  loco; a lo que respondió el del mandamiento que a él no tocaba juzgar de la locura de don Quijote,
                  sino hacer lo que, por su mayor le era mandado; y que una vez preso, siquiera le soltasen trecientas.


                  -Con todo eso -dijo el cura-, por esta vez no le habéis de llevar, ni aun él dejará llevarse, a lo que yo

                  entiendo.




                  En efeto, tanto les supo el cura decir, y tantas locuras supo don Quijote hacer, que más locos fueran

                  que no él los cuadrilleros si no conocieran la falta de don Quijote; y así, tuvieron por bien de
                  apaciguarse, y aun de ser medianeros de hacer las paces entre el barbero y Sancho Panza, que

                  todavía asistían con gran rancor a su pendencia. Finalmente, ellos, como miembros de justicia,

                  mediaron la causa y fueron árbitros della, de tal modo, que ambas partes quedaron, si no del todo

                  contentas, a lo menos, en algo satisfechas, porque se trocaron las albardas, y no las cinchas y

                  jáquimas; y en lo que tocaba a lo del yelmo de Mambrino, el cura, a socapa y sin que don Quijote lo
                  entendiese, le dio por la bacía ocho reales; y el barbero le hizo una cédula del recibo y de no llamarse

                  a engaño por entonces, ni por siempre jamás, amén.






                                             Portal Educativo EducaCYL
                                              http://www.educa.jcyl.es
   388   389   390   391   392   393   394   395   396   397   398