Page 391 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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padre, y el otro se quedase a servir a don Luis, y a no dejalle hasta que ellos volviesen por él, o viese
lo que su padre les ordenaba.
Desta manera se apaciguó aquella máquina de pendencias, por la autoridad de Agramante y
prudencia del rey Sobrino; pero viéndose el enemigo de la concordia y el émulo de la paz
menospreciado y burlado, y el poco fruto que había granjeado de haberlos puesto a todos en tan
confuso laberinto, acordó de probar otra vez la mano, resucitando nuevas pendencias y
desasosiegos. Es, pues, el caso, que los cuadrilleros se sosegaron, por haber entreoído la calidad de
los que con ellos se habían combatido, y se retiraron de la pendencia, por parecerles que de
cualquier manera que sucediese, habían de llevar lo peor de la batalla; pero a uno dellos, que fue el
que fue molido y pateado por don Fernando, le vino a la memoria que entre algunos mandamientos
que traía para prender a algunos delincuentes, traía uno contra don Quijote, a quien la Santa
Hermandad había mandado prender por la libertad que dio a los galeotes, y como Sancho con
mucha razón había temido. Imaginando, pues, esto, quiso certificarse si las señas que de don
Quijote traía venían bien, y sacando del seno un pergamino, topó con el que buscaba, y
poniéndosele a leer de espacio, porque no era buen lector, a cada palabra que leía ponía los ojos en
don Quijote, y iba cotejando las señas del mandamiento con el rostro de don Quijote, y halló que sin
duda alguna era el que el mandamiento rezaba. Y apenas se hubo certificado, cuando, recogiendo su
pergamino, en la izquierda tomó el mandamiento, y con la derecha asió a don Quijote del cuello
fuertemente, que no le dejaba alentar, y a grandes voces decía:
-¡Favor a la Santa Hermandad! ¡Y para que se vea que lo pido de veras, léase este mandamiento,
donde se contiene que se prenda a este salteador de caminos!
Tomó el mandamiento el cura y vio cómo era verdad cuanto el cuadrillero decía, y cómo convenía
con las señas con don Quijote; el cual viéndose tratar mal de aquel villano malandrín, puesta la
cólera en su punto, y crujiéndole los huesos de su cuerpo, como mejor pudo él, asió al cuadrillero
con entrambas manos de la garganta, que a no ser socorrido de sus compañeros, allí dejara la vida
antes que don Quijote la presa.
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