Page 388 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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otros, hablándolos al oído para que en secreto declarasen si era albarda o jaez aquella joya sobre

                  quien tanto se había peleado; y después que hubo tomado los votos de aquellos que a don Quijote

                  conocían, dijo en alta voz:

                  -El caso es, buen hombre, que ya yo estoy cansado de tomar tantos pareceres, porque veo que a

                  ninguno pregunto lo que deseo saber que no me diga que es disparate el decir que ésta sea albarda

                  de jumento, sino jaez de caballo, y aun de caballo castizo; y así, habréis de tener paciencia, porque, a

                  vuestro pesar y al de vuestro asno, éste es jaez, y no albarda, y vos habéis alegado y probado muy

                  mal de vuestra parte.

                  -No la tenga yo en el cielo -dijo el sobrebarbero- si todos vuestras mercedes no se engañan; y que así

                  parezca mi ánima ante Dios como ella me parece a mí albarda, y no jaez; pero allá van leyes..., y no

                  digo más; y en verdad que no estoy borracho; que no me he desayunado, si de pecar no.

                  No menos causaban risa las necedades que decía el barbero que los disparates de don Quijote, el

                  cual a esta sazón dijo:


                  -Aquí no hay más que hacer sino que cada uno tome lo que es suyo, y a quien Dios se la dio, San
                  Pedro se lo bendiga.


                  Uno de los cuatro dijo:

                  Si ya no es que esto sea burla pensada, no me puedo persuadir que hombres de tan buen

                  entendimiento como son, o parecen, todos los que aquí están, se atrevan a decir y afirmar que ésta

                  no es bacía, ni aquélla albarda; mas como veo que lo afirman y lo dicen, me doy a entender que no

                  carece de misterio el porfiar una cosa tan contraria de lo que nos muestra la misma verdad y la

                  misma experiencia; porque ¡voto a tal! -y arrojóle redondo- que no me den a mí a entender cuantos

                  hoy viven en el mundo al revés de que ésta no sea bacía de barbero, y ésta albarda de asno.

                  -Bien podría ser de borrica -dijo el cura.

                  -Tanto monta -dijo el criado-; que el caso no consiste en eso, sino en si es o no es albarda, como

                  vuestras mercedes dicen.




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