Page 389 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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Oyendo esto uno de los cuadrilleros que habían entrado, que había oído la pendencia y quistión,

                  lleno de cólera y enfado, dijo:

                  -Tan albarda es como mi padre; y el que otra cosa ha dicho o dijere debe de estar hecho uva.


                  -Mentís como bellaco villano –respondió don Quijote.

                  Y alzando el lanzón, que nunca le dejaba de las manos, le iba a descargar tal golpe sobre la cabeza,

                  que, a no desviarse el cuadrillero, se le dejara allí tendido. El lanzón se hizo pedazos en el suelo, y

                  los demás cuadrilleros, que vieron tratar mal a su compañero, alzaron la voz pidiendo favor a la

                  Santa Hermandad.




                  El ventero, que era de la cuadrilla, entró al punto por su varilla y por su espada, y se puso al lado de

                  sus compañeros; los criados de don Luis rodearon a don Luis, porque con el alboroto no se les fuese;
                  el barbero, viendo la casa revuelta, tomó a asir de su albarda, y lo mismo hizo Sancho; don Quijote

                  puso mano a su espada y arremetió a los cuadrilleros; don Luis daba voces a sus criados, que le

                  dejasen a él y acorriesen a don Quijote, y a Cardenio y a don Fernando, que todos favorecían a don

                  Quijote; el cura daba voces, la ventera gritaba, su hija se afligía, Maritornes lloraba, Dorotea estaba

                  confusa, Luscinda suspensa y doña Clara desmayada. El barbero aporreaba a Sancho; Sancho molía

                  al barbero; don Luis, a quien un criado suyo se atrevió a asirle del brazo porque no se fuese, le dio

                  una puñada, que le bañó los dientes en sangre; el oidor le defendía; don Fernando tenía debajo de
                  sus pies a un cuadrillero, midiéndole el cuerno con ellos muy a su sabor; el ventero tomó a reforzar

                  la voz, pidiendo favor a la Santa Hermandad; de modo que toda la venta era llantos, voces, gritos,

                  confusiones, temores, sobresaltos, desgracias, cuchilladas, mojicones, palos, coces y efusión de

                  sangre. Y en mitad deste caos, máquina y laberinto de cosas, se le representó en la memoria a don

                  Quijote que se veía metido de hoz y de coz en la discordia del campo de Agramante, y así dijo, con

                  voz que atronaba la venta:

                  -Ténganse todos; todos envainen; todos se sosieguen; óiganme todos, si todos quieren quedar con

                  vida.


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