Page 386 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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-Y quien lo contrario dijere -dijo don Quijote-, le haré yo conocer que miente, si fuere caballero, y si

                  escudero, que remiente mil veces.

                  Nuestro barbero, que a todo estaba presente, como tenía tan bien conocido el humor de don

                  Quijote, quiso esforzar su desatino y llevar adelante la burla, para que todos riesen, y dijo hablando

                  con el otro barbero:


                  -Señor barbero, o quien sois, sabed que yo también soy de vuestro oficio, y tengo más ha de veinte
                  años carta de examen, y conozco muy bien de todos los instrumentos de la barbería, sin que le falte

                  uno; y ni más ni menos fui un tiempo




                  en mi mocedad soldado, y sé también qué es yelmo, y qué es morrión, y celada de encaje, y otras

                  cosas tocantes a la milicia, digo, a los géneros de armas de los soldados; y digo, salvo mejor parecer,

                  remitiéndome siempre al mejor entendimiento, que esta pieza que está aquí delante y que este buen

                  señor tiene en las manos no sólo no es bacía de barbero, pero está tan lejos de serlo como está lejos

                  lo blanco de lo negro y la verdad de la mentira; también digo que éste, aunque es yelmo, no es yelmo
                  entero.


                  -No, por cierto -dijo don Quijote-, porque le falta la mitad, que es la babera.

                  -Así es -dijo el cura, que ya había entendido la intención de su amigo el barbero.


                  Y lo mismo confirmó Cardenio, don Fernando y sus camaradas; y aun el oidor, si no estuviera tan

                  pensativo con el negocio de don Luis, ayudara, por su parte, a la burla; pero las veras de lo que
                  pensaba le tenían tan suspenso, que poco o nada atendía a aquellos donaires.


                  -¡Válame Dios! -dijo a esta sazón el barbero burlado-. ¿Que es posible que tanta gente honrada diga

                  que ésta no es bacía, sino yelmo? Cosa parece ésta que puede poner en admiración a toda una

                  universidad, por discreta que sea. Basta: si es que esta bacía es yelmo, también debe de ser esta
                  albarda jaez de caballo, como este señor ha dicho.


                  -A mí albarda me parece -dijo don Quijote-; pero ya he dicho que en eso no me entremeto.



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