Page 385 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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-¡Porque vean vuestras mercedes clara y manifiestamente el error en que está este buen escudero,

                  pues llama bacía a lo que fue, es y será yelmo de Mambrino, el cual se le quité yo en buena guerra, y

                  me hice señor dél con ligitima y lícita posesión! En lo del albarda no me entremeto; que lo que en

                  ello sabré decir es que mi escudero Sancho me pidió licencia para quitar los jaeces del caballo deste

                  vencido cobarde, y con ellos adornar el suyo; yo se la di, y él los tomó, y de haberse convertido de
                  jaez en albarda no sabré dar otra razón si no es la ordinaria: que como esas transformaciones se ven

                  en los sucesos de la caballería; para confirmación de lo cual, corre, Sancho hijo, y saca aquí el yelmo

                  que este buen hombre dice ser bacía.

                  -¡Pardiez, señor -dijo Sancho-, si no tenemos otra prueba de nuestra intención que la que vuestra

                  merced dice, tan bacía es el yelmo de Mambrino como el jaez deste buen hombre albarda!


                  -Haz lo que te mando -replicó don Quijote-; que no todas las cosas deste castillo han de ser guiadas

                  por encantamento.

                  Sancho fue a do estaba la bacía y la trujo; y así como don Quijote la vio, la tomó en las manos y dijo:


                  -Miren vuestras mercedes con qué cara podía decir este escudero que ésta es bacía, y no el yelmo
                  que yo he dicho; y juro por la orden de caballería que profeso




                  que este yelmo fue el mismo que yo le quité sin haber añadido en él ni quitado cosa alguna.


                  -En eso no hay duda -dijo a esta sazón Sancho-; porque desde que mi señor le ganó hasta agora no

                  ha hecho con él más de una batalla, cuando libró a los sin ventura encadenados; y si no fuera por
                  este baciyelmo, no lo pasara entonces muy bien, porque hubo asaz de pedradas en aquel trance.


                  Capítulo 45: Donde se acaba de averiguar la duda del yelmo de Mambrino y de la albarda, y otras

                  aventuras sucedidas, con toda verdad

                  -¿Qué les parece a vuestras mercedes, señores -dijo el barbero-, de lo que afirman estos gentiles

                  hombres, pues aún porfían que ésta no es bacía, sino yelmo?






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