Page 381 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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Pero el hombre, que lo conoció, como vecino de su casa, respondió:




                  -¿No conoce vuestra merced, señor oidor, a este caballero, que es el hijo de su vecino, el cual se ha

                  ausentado de casa de su padre en el hábito tan indecente a su calidad como vuestra merced puede

                  ver?

                  Miróle entonces el oidor más atentamente y conocióle; y abrazándole, dijo:


                  -¿Qué niñerías son éstas, señor don Luis, o qué causas tan poderosas, que os han movido a venir
                  desta manera, y en este traje, que dice tan mal con la calidad vuestra?


                  Al mozo se le vinieron las lágrimas a los ojos, y no pudo responder palabra al oidor; el cual dijo a los

                  cuatro que se sosegasen, que todo se haría bien; y tomando por la mano a don Luis, le apartó a una

                  parte y le preguntó qué venida había sido aquélla.

                  Y en tanto que le hacía estas y otras preguntas, oyeron grandes voces a la puerta de la venta, y era la

                  causa dellas que dos huéspedes que aquella noche habían alojado en ella, viendo a toda la gente

                  ocupada en saber lo que los cuatro buscaban, habían intentado a irse sin pagar lo que debían; mas el

                  ventero, que atendía más a su negocio que a los ajenos, les asió al salir de la puerta, y pidió su paga,
                  y les afeó su mala intención con tales palabras, que les movió a que les respondiesen con los puños;

                  y así, le comenzaron a dar tal mano, que el pobre ventero tuvo necesidad de dar voces y pedir

                  socorro. La ventera y su hija no vieron a otro más desocupado para poder socorrerle que a don

                  Quijote, a quien la hija de la ventera dijo:

                  -Socorra vuestra merced, señor caballero, por la virtud que Dios le dio, a mi pobre padre; que dos

                  malos hombres le están moliendo como a cibera.


                  A lo cual respondió don Quijote muy de espacio y con mucha flema:

                  -Fermosa doncella, no ha lugar por ahora vuestra petición, porque estoy impedido de entremeterme

                  en otra aventura en tanto que no diere cima a una en que mí palabra me ha puesto. Mas lo que yo

                  podré hacer por serviros, es lo que ahora diré: corred y decid a vuestro padre que se entretenga en



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