Page 379 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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-Por cierto, señor don Luis, que responde bien a quien vos sois el hábito que tenéis, y que dice bien

                  la cama en que os hallo al regalo con que vuestra madre os crió.

                  Limpióse el mozo los soñolientos ojos, y miró de espacio al que le tenía asido, y luego conoció que

                  era criado de su padre, de que recibió tal sobresalto, que no acertó o no pudo hablarle palabra por

                  un buen espacio; y el criado prosiguió diciendo:


                  -Aquí no hay que hacer otra cosa, señor don Luis, sino prestar paciencia, y dar la vuelta a casa, si ya
                  vuestra merced no gusta que su padre y mi señor la dé al otro mundo; porque no se puede esperar

                  otra cosa de la pena con que queda por vuestra ausencia.


                  -Pues ¿cómo supo mi padre -dijo don Luis- que yo venía este camino y en este traje?

                  -Un estudiante -respondió el criado- a quien distes cuenta de vuestros pensamientos fue el que lo

                  descubrió, movido a lástima de las que vio que hacia vuestro padre al punto que os echó menos; y

                  así, despachó a cuatro de sus criados en vuestra busca, y todos estamos aquí a vuestro servicio, más

                  contentos de lo que




                  imaginar se puede, por el buen despacho con que tornaremos, llevándoos a los ojos que tanto os
                  quieren.


                  -Eso será como yo quisiere, o como el cielo lo ordenare -respondió don Luis.

                  -¿Qué habéis de querer, o qué ha de ordenar el cielo fuera de consentir en volveros? Porque no ha de

                  ser posible otra cosa. Todas estas razones que entre los dos pasaban oyó el mozo de mulas junto a

                  quien don Luis estaba; y levantándose de allí, fue a decir lo que pasaba a don Fernando y a

                  Cardenio, y a los demás, que ya vestido se habían; a los cuales dijo cómo aquel hombre llamaba de

                  don a aquel muchacho, y las razones que pasaban, y cómo le quería volver a casa de su padre, y el

                  mozo no quería. Y con esto, y con lo que dél sabían, de la buena voz que el cielo le había dado,
                  vinieron todos en gran deseo de saber más particularmente quién era, y aun de ayudarle si alguna

                  fuerza le quisiesen hacer; y así, se fueron hacia la parte donde aún estaba hablando y porfiando con

                  su criado.

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