Page 376 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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Pero engañóse mucho en su creencia, porque apenas comenzó a amanecer, cuando llegaron a la
venta cuatro hombres de a caballo muy bien puestos y aderezados, con sus escopetas sobre los
arzones. Llamaron a la puerta de la venta, que aún estaba cerrada, con grandes golpes; lo cual visto
por don Quijote desde donde aún no dejaba de hacer la centinela, con voz arrogante y alta dijo:
-Caballeros, o escuderos, o quienquiera que seáis, no tenéis para qué llamar a las puertas deste
castillo; que asaz de claro está que a tales horas, o los que están dentro duermen, o no tienen por
costumbre de abrirse las fortalezas, hasta que el sol esté tendido por todo el suelo. Desviaos afuera,
y esperad que aclare el día, y entonces veremos si será justo, o no, que os abran.
-¿Qué diablos de fortaleza o castillo es éste -dijo uno-, para obligarnos a guardar esas ceremonias?
Si sois el ventero, mandad que nos abran; que somos caminantes que no queremos más de dar
cebada a nuestras cabalgaduras y pasar adelante, porque vamos de priesa.
-¿Paréceos, caballeros, que tengo yo talle de ventero? -respondió don Quijote.
-No sé de qué tenéis talle -respondió el otro-; pero sé que decís disparates en llamar castillo a esta
venta.
-Castillo es -replicó don Quijote-, y aun de los mejores de toda esta provincia; y gente tiene dentro
que ha tenido cetro en la mano y corona en la cabeza.
-Mejor fuera al revés -dijo el caminante-: el centro en la cabeza y la corona en la mano. Y será, si a
mano viene, que debe de estar dentro alguna compañía de representantes, de los cuales es tener a
menudo esas coronas y cetros que decís; porque en una venta tan pequeña, y adonde se guarda
tanto silencio como ésta, no creo yo que se alojan personas dignas de corona y cetro.
-Sabéis poco del mundo -replicó don Quijote-, pues ignoráis los casos que suelen acontecer en la
caballería andante.
Cansábanse los compañeros que con el preguntante venían del coloquio que con don Quijote
pasaba, y así, tornaron a llamar con grande furia; y fue de modo, que el ventero despertó, y aun
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