Page 35 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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sobre la tierra, ninguno asentaría bien sobre la cabeza de Mari Gutiérrez. Sepa, señor, que no vale

                  dos maravedís para reina; condesa le caerá mejor, y aún Dios y ayuda. Encomiéndalo tú a Dios,

                  Sancho, respondió Don Quijote, que él le dará lo que más le conventa; pero no apoques tu ánimo

                  tanto que te vengas a contentar con menos que con ser adelantado. No haré, señor mío, respondió

                  Sancho, y más teniendo tan principal amo en vuestra merced, que me sabrá dar todo aquello que me
                  esté bien y yo pueda llevar.



                  Capítulo 8: Del buen suceso que el valeroso Don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada

                  aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación

                  En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como Don
                  Quijote los vió, dijo a su escudero: la ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos

                  a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o poco más desaforados

                  gigantes con quien pienso hacer batalla, y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos

                  comenzaremos a enriquecer: que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala

                  simiente de sobre la faz de la tierra. ¿Qué gigantes? dijo Sancho Panza. Aquellos que allí ves,

                  respondió su amo, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas. Mire vuestra

                  merced, respondió Sancho, que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento,
                  y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que volteadas del viento hacen andar la piedra del

                  molino. Bien parece, respondió Don Quijote, que no estás cursado en esto de las aventuras; ellos son

                  gigantes, y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con

                  ellos en fiera y desigual batalla. Y diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender

                  a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de

                  viento, y no gigantes aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni
                  oía las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran;

                  antes iba diciendo en voces altas: non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el

                  que os acomete. Levantóse en esto un poco de viento y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo

                  cual visto por Don Quijote, dijo: pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo



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