Page 373 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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hizo sudar y correr por los llanos de Tesalia, o por las riberas de Peneo, que no me acuerdo bien por
dónde corriste entonces celoso y enamorado.
A este punto llegaba entonces don Quijote en su tan lastimero razonamiento, cuando la hija de la
ventera le comenzó a cecear y a decirle:
-Señor mío, lléguese acá la vuestra merced, si es servido.
A cuyas señas y voz volvió don Quijote la cabeza, y vio a la luz de la luna, que entonces estaba en
toda su claridad, cómo le llamaban del agujero que a él le pareció ventana, y aun con rejas doradas,
como conviene que las tengan tan ricos castillos como él se imaginaba que era aquella venta; y luego
en el instante se le representó en su loca imaginación que otra vez, como la pasada, la doncella
fermosa, hija de la señora de aquel castillo, vencida de su amor, tornaba a solicitarle; y con este
pensamiento, por no mostrarse descortés y desagradecido, volvió las riendas a Rocinante y se llegó
al agujero, y así como vio a las dos mozas, dijo:
-Lástima os tengo, fermosa señora, de que hayades puesto vuestras amorosas mientes en parte
donde no es posible corresponderos conforme merece vuestro gran valor y gentileza; de lo que no
debéis dar culpa a este miserable andante caballero, a quien tiene Amor imposibilitado de poder
entregar su voluntad a otra que aquella que, en el punto que sus ojos la vieron, la hizo señora
absoluta de su alma. Perdonadme, buena señora, y recogeos en vuestro aposento, y no queráis con
significarme más vuestros deseos que yo me muestre más desagradecido; y si del amor que me
tenéis halláis en mí otra cosa con que satisfaceros que el mismo amor no sea, pedídmela; que yo os
juro por aquella ausente enemiga dulce mía de dárosla en continente, si bien me pidiésedes una
guedeja de los cabellos de Medusa, que eran todos culebras, o ya los mesmos rayos del sol,
encerrados en una redoma.
-No ha menester nada deso mi señora, señor caballero -dijo a este punto Maritornes.
-Pues ¿qué ha menester, discreta dueña, vuestra señora? -respondió don Quijote.
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